Revista Diario

Anotaciones sin fin y sin principios III

Publicado el 27 noviembre 2009 por Tono_hedzberg


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····························YA TODO HABÍA PASADOANOTACIONES SIN FIN Y SIN PRINCIPIOS······························2002 -2004III
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La Estepa. 
Lo siento. Advertir que todo será hostil ya no tiene sentido. No me pidas perdón por favor, no suelo recordar los problemas que me unen a personas como tu. No me muestres sensibilidad en un lugar donde esta fluye sin detenerse.
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El nacimiento
Como sabía quetenía que ponerle fin a algo, dedicó toda la tarde a despedirse, no leimportaba demasiado.
El objeto era sencillo, sentenciarlos actos cometidos hasta el momento y condenarlos al reemplazo, a unaexistencia menor
Mientras, bajoel aire de aquel otoño anormal se precipitaban partículas propias de otraslatitudes, tanto que en semejantes condiciones estacionales todo era más apropiado.Huir hacía cualquier parte no es enprincipio algo real, pero eso no parecía preocuparle en absoluto. Ojeó cientosde fotografías que no tenía intención de volver a ojear. Estuvo tocándolo todo,todo lo que encerraba su habitación, a veces con suavidad y a veces acababalanzando trastos bajo la cama y tras el armario, a los que no soportabatampoco. No hacía nada de esto con intención, para que querría dificultar estoo lo otro como algunos pensaron a posteriori, de ninguna forma fue así. De hechono pensaba en nadie. No de la manera en que recuerdan los huidos, y si en algúninstante llevaba a alguien consigo, este iría encerrado bajo las paredescaducas de los pensamientos que no dejó en casa.
Su serpredestinado sucumbió al final de la tarde sobre un prado arbolado, lejos de suresidencia y lejísimos de su ciudad natal.
La que fue única, y por lo tantoprimera de sus noches equívocas la supo templar fácilmente, y se cubrió conella mientras dormía. Antes, se reunió con todos los entes que habitaban esanaturaleza en ese instante, de ellos, porque no fue de otros. Y algunos seconfiaron secretos lúgubres […] húmedos, en mitad de una noche sin nubes niluna, bajo un cielo sin altura que rozaba azul oscuro su pelo negro y las copasde los árboles a la vez. La gran opacidad en la que permaneció no bajó laguardia, y sus pensamientos se perdieron en la nocturnidad de aquel lugar. Antela mirada lejana de las jinetas y los gatos, el se sostenía milagrosamente aras del suelo, y se sorprendía el mismo flotando sobre aquella tierra virtuosa,no hundiéndose en su intrínseco enraizamiento.
No se sabe por qué se recordó a simismo cuando tenía 8 años, explorando un bosque de pinos cercano a su pueblo.Aquella tarde vio con tremendísima claridad y desconcierto a un mono agarrado alas ramas de un taraje que ahondaba sus raíces junto a un regajo inundado no enmás de unos centímetros. Aquel mono joven le miró de una forma tan extraña […]recordará siempre sus cuatro miembros, su panza y su cabeza, todo anaranjadopor el sol poniente de octubre, todo tan extraño. En ese instante no pensó enque hacía aquel simio aparentemente salvaje allí, se sorprendió solo por verlo,si ya sabía que existían, igual que existían las panteras o las ballenas,simplemente nunca se había encontrado con uno buscando cosas que hacer en elcampo. Había casas cerca, solo un par, casi excusables en la frondosidadabsoluta de las repoblaciones de pino marítimo que eran el último reductoverdaderamente arbolado de aquella comarca. A estas alturas, aquellos bosquesperecen de forma natural, las copas se están muriendo lentamente, asoma sumuerte y se aprecia desde lejos. Siempre, incluso aquella noche negra en lasoledad de un prado, consideró más improbable que aquel mono perteneciese a losdispersos residentes de aquella zona a que simplemente hubiese conseguidollegar hasta allí de cualquiera de las formas imaginables, que se le suponíancomo muchas.
Aquella noche llegó a su bosquenegro como llegó el simio a aquellos pinares moribundos, y ambos, todos, seextinguían paralelos. En lo denso que le era la vida y en la espesura vegetalde aquel espacio que los hombres habían ideado, se iban deshaciendo lascertezas, y la claridad que entraba ahora entre los primeros troncos secosfulgía semejante a la verdad de su propia existencia. Ambos iban a perecer  de forma natural, accidentalmente, sin lapremeditación (digan lo que digan) con la que estos seres fueron concebidos. 


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