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Antes del Paro

Publicado el 25 julio 2009 por Virginiagm
Recuerdo que antes del paro, y antes, mucho antes de que nos comiese la crisis, mi compañero de mesa y alma gemela en el trabajo, Dani pequeño, me repetía con un lúcido entusiasmo que la solución para no tener que madrugar era el trueque.
El trueque. Anda que no da para hablar, el trueque. Pero ahora voy a lo que voy y el caso es que a él lo que le molestaba era madrugar y, ya que a cada uno le molesta lo que le apetece, a mí me molestaba el no tener tiempo de pensar.
Antes yo pensaba más. Y me refiero a antes, mucho antes de firmar mi primer contrato y olvidarme de pensar.
Ya no me acuerdo lo que pensaba, pero me acuerdo de que sabía quién era.
Luego vinieron el despertador y el precio de la gasolina y la nómina y los jefes y los clientes y el café y los zapatos de vestir... cómo odio sonreír sin ganas y los zapatos de vestir.
Años más tarde, hace unos meses, mi oficina estaba frente a la playa y mientras Dani pequeño me preguntaba yo qué sé qué de la hipoteca de yo qué sé quién, caí en la cuenta de que hacía semanas que no me había acercado a la arena y, lo peor, ni siquiera pensado en ella. Y entonces recordé que yo antes solía pensar y que, cuando pensaba, pensaba que me gustaba la playa y que también me gustaba leer y cerrar los ojos y pensar. Y no entendí la gracia de tener un ratón y un teclado inalámbricos si la única que estaba atada era yo. Miré el montón de expedientes en mi torre de bandejas, las anotaciones garabateadas, yo solía tener muy buena letra antes pero ya no, y me puse tan triste que tuve que ir al médico.
Estoy presa, le dije.
Así es la vida, me contestó.
Nunca más volví a sonreír ni con ganas ni sin ellas. Y mis jefes lo notaron y como no les gustaba que yo estuviese triste me preguntaron por qué no estaba contenta.
Estoy presa, les dije.
Eso es lo que necesitamos, me contestaron.
Pero yo no quiero estar presa, les dije.
Entonces será mejor que no trabajes aquí.
Y no volví más.
Así fue como entré en el mogollón de las cifras de parados y de afectados y de blablablá. Sí, una más.....
Una más en el paro o una menos con la cara larga, que todo tiene muchas maneras de verse.
Ahora soy feliz y no como perdiz porque me da pena.
Y así empieza la historia de una parada. Podría haber sido la tuya o la mía, en fin la de cualquiera. Hoy en día estamos todos en el mismo barco.
Da igual cómo hayamos llegado hasta este punto, porque aún no estamos muertos, es más, estamos más vivos que nunca. Ahora podemos ser nosotros mismos, ahora somos mucho más libres que antes, ahora somos capaces de dejar la avaricia, el egoísmo y abrir los ojos, pero abrirlos de verdad. Ahora hemos aprendido a eliminar lo superfluo, a quedarnos con lo esencial y a apreciar el valor real de las cosas. De todas las cosas.
Mucha suerte.

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