—¡Ay, Señor, qué vida esta! —exclamó santiguándose—. ¡Ni veinte años tendrá la moza, y ya enviudó!
Revista Talentos
La nonagenaria Lorenza se asombró al ver pasar a esa preadolescente gótica. Giró pausadamente sobre sus artríticos pies para observarla, enfundada en riguroso luto por la muerte, cuatro décadas atrás, de su querido Arsenio.
—¡Ay, Señor, qué vida esta! —exclamó santiguándose—. ¡Ni veinte años tendrá la moza, y ya enviudó!
—¡Ay, Señor, qué vida esta! —exclamó santiguándose—. ¡Ni veinte años tendrá la moza, y ya enviudó!