En la piscina a la que voy a nadar hay dos posibilidades para dejar nuestros objetos, la primera y más fácil (entre comillas) son los casilleros que están dentro del camarín, la segunda y más complicada para los introvertidos, un pequeño espacio ubicado justo enfrente del camarín masculino, sin apenas separación más que una puerta semitransparente por la que la señorita de turno puede ver cuantos penes y traseros quiera. Antes yo utilizaba el primer método, pues las señoritas de turno siempre han sido unas pesadas mala onda; por desgracia, en algún punto la administración de la piscina decidió complicar lo de los casilleros mediante trámites y trámites que no tienen ningún puto sentido y que no viene al caso explicar. Así, sale más fácil y rápido recurrir al espacio donde la señorita de turno guarda y vigila nuestras cosas de dios sabe qué. Hace un tiempo el puesto de señorita de turno fue ocupado por una joven bastante simpática, no particularmente atractiva o de mi gusto, pero simpática y agradable, quizás demasiado, dedicándote sonrisas y miradas bastante peculiares. Yo me hacía el tonto porque, como dije, más allá de su simpatía la chica no me interesa. Con el tiempo me imagino que la chica acusó el desinterés y ahora ya no veo esas miradas ni sonrisas, sino una fría indiferencia que, admito, hiela la piel en ocasiones, y eso que no me importa...
Traigo a esto a colación por el libro "Las apariencias no engañan" de Juan Madrid, segunda aventura de Toni Romano, en la que su protagonista, un completo desconsiderado con su bellamente descrita novia Lidia, debido a su falta de tacto y cuidado romántico (prefiere reunirse con criminales y demás antes que tomar un par de tragos con la pobre Lidia), al final del libro piensa "mierda, debí haber sido más cuidadoso con nuestra relación". Luego de tanta ausencia emocional, el hombre la va a visitar a su trabajo y en estas líneas expresa su pesar, para mí de lo mejor de la novela: "...me pareció más bella que nunca, pero apenas si me miró. Contestó distraída a mis preguntas, como sólo lo pueden hacer las mujeres cuando ya no les interesa un hombre". A Toni Romano sí que la importa, ¿eh? Más allá de si uno esté dolido por tal o cual rechazo, si lo pensamos bien, ¿no les parece terrible eso, pasar de algo importante a un objeto a ignorar?
Sobre la novela, no hay mucho que decir: es un policial, novela negra, etc., que trata sobre el mencionado Toni Romano, que trabaja como guardia en una especie de bar bailable y que un buen día recibe una paliza de unos clientes muy molestosos. Los clientes son unos criminales de cuidado, y resulta que tienen que ver con el asesinato que poco tiempo después Toni Romano presencia. Así, se arma un misterio y un puzzle de criminales y policías en torno al asesinato de un diputado o algo así, y el protagonista tendrá que encontrar respuestas y soluciones, si bien no es su principal labor, aunque su pasado como policía bueno le empuja a ello. La prosa es directa y seca, nada de reflexiones o intentos de poesía, simplemente describiendo el lugar, qué se dice y qué sucede. La trama no me parece nada del otro mundo pero está hilada de manera presentable y la lectura es rápida, no tanto por lo apasionante que resulta sino porque uno quiere terminar luego. No son grandes personajes, no hay grandes cosas en juego, no hay una atmósfera opresiva ni tampoco construcción de un lugar, pero oigan, ¿acaso importa? Mientras no nos engañemos...