Revista Literatura

Apretar los dientes

Publicado el 23 febrero 2012 por Gasolinero

Artículo publicado en eldiariofénix.com

El señor ministro de economía ha anunciado en el Congreso de los Diputados que propondrá a los bancos, entre otras cosas, la “dación en pago”. Eso significa que la casa cancela la hipoteca. Sólo en unos supuestos determinados. Actualmente, si uno no cumple con los plazos, el banco embarga la vivienda, pero la deuda no se cancela. Te quedas sin casa y sigues toda la vida entrampado y debajo de un puente.

La culpa de esta situación de impagos, embargos, deshaucios, etcétera, nos dicen quienes entienden (que
curiosamente suelen ser los que mandan y  que cuando dejan de mandar se sientan en el consejo de administración de algún banco o caja) la tenemos nosotros, la masa que engorda las estadísticas. Nos hemos dejado convencer por los cantos de sirena del interventor de nuestro banco y hemos aceptado lo que nos proponía. Le creímos a pies juntillas cuando nos dijo que ese plazo lo pagábamos con la gorra;  que el valor de la casa, no sólo no bajaría, sino que crecería hasta el infinito y más allá. Y, sobre todo, como lo mismo daba deber un millón, que un millón y una bicicleta, firmamos una hipoteca del ciento diez por ciento del valor de la casa.

También, y antes de que se me olvide, hemos tenido la culpa de la burbuja inmobiliaria, esa que reventó en nuestros morros. La necesidad de querer tener una vivienda en propiedad hizo que el ladrillo creciera hasta límites insospechados. Hemos pasado de ser los héroes del crecimiento español, a los desalmados culpables de la crisis.

Apretar los dientesAhora, después de que en la familia, con suerte, haya quedado un miembro trabajando, nos hemos hechos expertos en los acrónimos RAI y ASNEF, en avisos del juzgado y en cobradores. Sabemos el tiempo que tenemos para pagar la factura de la luz que hemos devuelto antes de que vengan a cortarla. Distinguimos por el tono del timbre quien llama y siempre columbramos por la mirilla antes de abrir la puerta.

Hemos reducido nuestros gastos hasta la extenuación, o hasta la desnutrición. Las actividades de nuestros hijos están en suspenso (las de pago, claro), hemos re-descubierto las ventajas de caminar y las de las legumbres. Le hemos dado al Estado el dinero que nos ha pedido, pero no fue suficiente, ahora nos pide más. Hemos gastado demasiado, hemos vivido a cuerpo de rey, hemos tenido unos servicios públicos propios de apellidos acabados en “son” o en “sen”, nos dicen.

En la caja de ahorros que nos quita la casa y la dignidad, manda el sindicalista que dice defendernos, el político de la oposición que controla los desmanes del poder y el del partido que sustenta al gobierno que propone medidas para ayudarnos.

Pero vamos a salir de esta. Apretando los dientes y sin comer, si hace falta. Por la cuenta que nos tiene, a los que pagamos los platos rotos. Va nuestra vida y la de nuestros hijos en ello.

A pesar de los que mandaron, mandan y mandarán.

 


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