-¿De dónde me dijiste que sos?
-De La Pampa, pero vivo en Neuquén.
-¿Y venís? -me mira desde el espejo y cuela el taxi en un hueco imposible.
-A la Feria del Libro, a acompañar a unos colegas, en la presentación de sus obras.
-Conocí uno, de Punta Alta. Quedó en mandarme libros. Ahora que decís, lo voy a buscar por el Face.
-¿Cómo están las cosas acá?
-Todo mal. Son todos unos corruptos. Y no solo el gobierno que se fue, este también. Todos ladrones. No sé si tiene arreglo. Mirá éste donde frena. Si hubieras venido ayer, no podíamos andar.
-La protesta contra Uber...
-Sí. No puede ser que la plata chilena y la paraguaya valga más que la argentina. ¿A vos te parece? Ellos no producen nada. ¿Y qué escribís vos? -pregunta para seguir con su monólogo.
-Ficción, un libro de cuentos que presenté acá el año pasado y dos novelas publicadas. Una sobre Pincén un cacique pampa, en la época de la Conquista del Desierto; otra sobre los setenta, un militante que se refugia en un poblado del interior, en plena dictadura.
-¿Militante? Ahora que lo decís, te voy a contar algo: cuando yo era pibe, mi viejo tenía un amigo, del Batallón 601, un milico raso, nomás, nadie importante, pero escuchá bien, ¿eh?
Un fin de semana, nos invitó a un campo, en las afueras. No sabés qué casa y qué lugar. Era imposible que fuera de su propiedad. Y tanto le insistió el viejo, que el tipo le contó; era de los terroristas y él se había quedado con esa casa, se repartían todo. Yo no voy a decir que lo que hacían los terroristas estaba bien, pero eso tampoco se hace. Todos ladrones.
Frena de golpe. -Menos mal que veníamos cerca, si era más lejos, ya no volvía a la terminal. Ahí enfrente es la dirección.
-Que lo pases bien -dice y se pierde entre los bocinazos.