Aquel día

Publicado el 20 noviembre 2012 por Marsanchez @MSanchez35

Esparciendo a ritmo de sus movimientos, cierto aire de despreocupación y dejadez, caminaba Lucía por la orilla de la playa,  las olas mordisqueaban sus pies, y su pelo era alborotado por la brisa.

Imagen tomada de la web

Se acurrucó entre sus brazos, queriendo protegerse por si misma del frío nocturno.   Fue entonces, cuando miró de reojo hacia el cielo,  notó que la noche caería pronto.  Aceleró el paso, hasta llegar a su casa.   Una casa frente al mar, de ensueño.  Vivía allí desde hace mucho tiempo, sus padres se la dejaron como herencia al morir.

Abrió la puerta, cuidadosa de no hacer ruido, tal vez Eusebio, quién era su esposo,  ya habría regresado del trabajo y dormía.    Caminó  en puntillas por el piso de madera de la sala, y llegó a la habitación, abrió la puerta y encontró a Eusebio tirado en la cama, dormía profundo.

Se sentó, en la mecedora que estaba en la habitación, iluminada por la luz de la luna, desde allí vigilaba el sueño de Eusebio.    Recorría con deseo el cuerpo de aquel hombre, tumbado en su lecho, quién era su esposo, pero que últimamente era solo un  amigo, ni bueno ni malo, una compañía.     Se secó una lágrima que asomaba en sus ojos, el va y ven de los recuerdos en su mente, las afloraban.

Recogió su pelo, en una cola, y decidió mover su mirada hacia el paisaje entre escala de grises.

Repentinamente la mano de Eusebio, tocó su mejilla.   Lucía atónita, nerviosa y confundida, se dejó estremecer por el oleaje de nervios que la embargaban.    Eusebio, se arrodilló, la luz tibia de aquella noche, le pintó un brillo único en sus ojos.

Lucía se estremecía, ahora de deseo, ese, que hace pocos momentos se había apaciguado por el paisaje en escala de grises.

– Te amo Eusebio.  Le dijo.

Olvidando los días en que Eusebio era solo un amigo de compañía, en su hogar.

Él, no respondió palabra.   Solo le regaló un beso.  La arrancó con fuerza de aquella mecedora, la arrancó con fuerza de su tristeza.

Se convirtió Eusebio, en la brisa que alborotó su pelo, se convirtió entonces, en el mar que mordisqueó sus pies, se convirtió en luz de luna que arropó su cuerpo, se convirtió en el nerviosismo que estremeció su cuerpo.

Por:

MARjorie

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