Revista Literatura

Aquella negra que nos mantuvo unidos

Publicado el 18 agosto 2012 por Gasolinero

Hay gente que solo va a Madrid en la Navidad: se acercan a la Plaza Mayor a comprar las figuritas del belén que les faltan. Las perdidas, las rotas y las macadas. También mercan bolsas de musgo artificial, de un verde innatural, como de plaga medieval o de la mosca de la basura. Y, por supuesto, que no falte la lavandera. Un nacimiento sin lavandera paleando ropa al lado de un río de papel de plata es menos nacimiento.

Ya digo, hay gente que viaja a Madrid en la pascua, pero ahora estamos en agosto. Antes, no necesariamente en navidad, la gente en Madrid vivía en pensiones, hablándose de usted y cenando sopa jardinera con un batín de tonos grises; atado a la cintura. Antes, no necesariamente en pascua, destacaba el gris en las indumentarias… y en todo lo demás.Aquella negra que nos mantuvo unidos

Hablando de figuras rotas y de agosto. Mi madre siempre tuvo, como adorno, una negra de cerámica, fea, grequiana y llena de aristas, como hecha por un dogon. Fue el regalo de boda de una eterna pareja de amigos con la que convivimos muchísimos años; les llamábamos tíos sin serlo. Ella, cuando en verano nos bañábamos en la laguna de Villafranca, se ponía un turbante de plástico con horribles flores en relieve para que no se le metiese el agua en los oídos ya que, por lo visto, era muy dada a que se le formasen tapones. El marido no se lavaba el pelo para que no se le cayese, se lo desinfectaba con limón y conducía muy despacio, agarrado al volante como si fuese su tabla de salvación y sojuzgado por las indicaciones e imprecaciones de la esposa. Pero eso es otra historia.

Aquel presente, la efigie de la subsahariana, fue el primer regalo inútil que recibió. A lo largo de su vida los escasos obsequios que tuvo, incluidos los de la infancia, tenían alguna utilidad. Hasta que llegó la negra. Era tan fútil, inservible e innecesaria como  mamá soñaba que debía ser un regalo.

La negra estaba siempre rota y era eternamente pegada por madre; como un castigo ordenado por incompasivos dioses griegos, una vez reparada volvía a romperse. Parecía una tullida Venus nubia, almacenada en el último estante del almacén de cualquier museo provinciano. Nunca expuesta por fea, deslucida, desportillada y roma.

Mamá quería mantenerla entera y vinculada el mayor tiempo posible, como un clavo ardiendo al que agarrarse. Creía que la negra era la clave que cohesionaba la familia y obsesivamente curaba sus heridas con pegamento Imedio. Antes de que el engrudo se secase ya estaba otra vez trizada en el suelo.

Madre y aquella negra de cerámica se fueron juntas, demostrando que eran las dos quienes mantenían a la estirpe ligada.

Algunos de los que en la Navidad van a Madrid a comprar figuritas de belén y saquitos de musgo falso, se vienen por Toledo y compran una anguila de mazapán. Pero, como dice el aserto, cada cosa a su tiempo y uvas en habiendo.

http://www.youtube.com/watch?v=EVVnm5aIoOE


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