Revista Diario

Aquella tarde salió de trabajar más tarde de lo normal, l...

Publicado el 13 diciembre 2019 por Mimibge @mimibge
Aquella tarde salió de trabajar más tarde de lo normal, la reunión se había alargado y no podía marcharse hasta que quedara todo cerrado. Llevaba todo el día absorta, era incapaz de concentrarse y tenía una sensación extraña. Cuando salió de trabajar decidió dar un paseo antes de ir a casa para despejarse.
- Hasta mañana, ahora a descansar, que nos lo merecemos - dijo ella.
- Hasta mañana - respondieron todos sus compañeros de equipo.
- ¿Quieres que te acerque a casa? - le preguntó uno de sus compañeros, que siempre era muy amable con ella.
- Gracias, pero prefiero dar un paseo.
- De acuerdo, nos vemos mañana entonces. Ten cuidado.
- Siempre lo tengo. Hasta mañana.
Caminó sin rumbo fijo, no le apetecía volver a casa por muy cansada que se sintiera. Cruzó el puente disfrutando de las vistas, sintiendo cómo la brisa acariciaba su rostro. Se sorprendió mirando de un lado a otro del puente mientras lo cruzaba, como si esperara ver a alguien. Y, de repente, se puso nerviosa. De manera inconsciente lo buscaba con la mirada. Sabía que sus padres vivían cerca de allí, aunque desde que él se fue de la ciudad por trabajo no habían vuelto a verse. No quería reconocerlo, pero lo echaba de menos. Echaba de menos su mal humor por las mañanas, que le acariciara a escondidas, sus cruces de miradas, su forma tan peculiar de llevar el paraguas, sus abrazos... y cómo se sentía cuando él estaba cerca.
Se paró a respirar hondo, y cuando levantó la vista, lo vio.
- Empiezo a tener alucinaciones por el cansancio - se dijo, parpadeó muy fuerte, y cuando volvió a abrir los ojos, se encontró con su sonrisa caminando hacia ella. Ambos abrieron los brazos y se fundieron en un ansiado abrazo. Los transeúntes pasaban a su alrededor, esquivándolos. Ninguno de los dos quería separarse del otro, el mundo parecía haberse detenido y solo existían ellos dos. Un grupo de turistas jóvenes, que supusieron eran estudiantes, les rodearon y empujaron varias veces. Dejaron de abrazarse, cogidos de la mano se echaron a un lado, comenzaron a reirse, se miraron a los ojos y se besaron.
Un ciclista comenzó entonces a tocar el timbre y a dar gritos para que se apartara, haciéndola volver a la realidad. Estaba sola en medio de la acera impidiendo el paso. Se echó a un lado y continuó su camino. Al levantar la vista y ver las vistas del atardecer sobre el río, se paró para capturar la imagen con su móvil. Un impulso la llevó a publicarla en redes sociales, y acto seguido se guardó el móvil en el bolsillo de la chaqueta y siguió caminando.
Cuando terminó de cruzar el río, se paró en el semáforo en rojo. Oyó sonar su móvil y lo miró. Era él, respondiendo a la foto que acababa de publicar. Estaba en casa de sus padres, le preguntaba si seguía por allí. Una gran sonrisa iluminó su cara, de pronto las mariposas habían vuelto y estaban más inquietas que nunca. Ella le respondió afirmativamente. "Espérame ahí, ahora mismo voy", escribió él.

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