Por: El Colimador
Calixto Sánchez Whyte tenía sólo 18 años cuando se presentó en la embajada canadiense en La Habana para alistarse como voluntario e ir a combatir a los nazis en Europa. Se hizo paracaidista y combatió en Francia y en Holanda. Al terminar la guerra era sargento y por su méritos fue incluido en el Cuadro de Honor del ejército canadiense.
Al regresar a Cuba se hizo dirigente sindical, mecánico y piloto. Se opuso al golpe de Estado de Fulgencio Batista y se vinculó al Directorio Revolucionario. Tras el fracaso de las acciones del 13 de marzo se vio obligado a salir del país, pero de inmediato trató de buscar la forma de organizar una expedición para regresar y continuar la lucha contra la dictadura.
Hubert de Blanck Ortega, como Calixto, participó en la Segunda Guerra Mundial, pero como soldado del Ejército de Estados Unidos en el frente del Pacífico. Allí tomó parte en la sangrienta batalla de Okinawa, que costó al ejército del norte 50 000 hombres entre muertos y heridos. Las fuertes heladas en la isla afectaron sus piernas dejándole casi lisiado y sólo a base de muchos esfuerzos logró volver a caminar.
En 1954 regresó a Cuba, pero la situación del país – bajo el gobierno despótico de Batista – contrastaba con los ideales de justicia y democracia por los que había combatido en la gran guerra. Por esa razón volvió a marcharse a Estados Unidos, su patria adoptiva, y allí conoció a Calixto Sánchez que ya preparaba la expedición del Corynthia.
Con los recursos y armas suministrados por el expresidente cubano Carlos Prío; Calixto, Hubert y otros 25 expedicionarios recibieron entrenamiento militar en Miami y República Dominicana y a bordo del yate Corynthia, de unos cien pies de eslora y 12 de manga, zarparon con rumbo a la costa norte oriental de Cuba. El Corynthia había sido adquirido por la Organización Auténtica de Carlos Prío, aún sabiendo que se encontraba en muy mal estado y tenía fallos en el motor.
Al desembarcar en Cayo Saetía fueron ayudados por los pescadores locales que los condujeron en botes a tierra firme. Movido por su caballerosidad, el propio Calixto pidió a estos que dieran parte del desembarco a las autoridades para que sus vidas no corrieran riesgo por haberle ayudado. Esto puso al Ejército sobre la pista de las expedicionarios y al final les costó la vida.
En el sitio denominado Brazo Grande, en la jurisdicción de Holguín, fueron sorprendidos y rodeados por fuerzas del Ejército y la Guardia Rural. Bajo las garantías de respeto a sus vidas ofrecidas por el capitán Pablo Cárdenas Teylo; Calixto y sus hombres decidieron rendirse. Desconocían que Fermín Cowley, “El Chacal de Holguín”, había hecho circular una orden a todas sus fuerzas con tres palabras fatales: “Rendidos no, muertos“.
Atados con alambres de púas, Calixto, Hubert y sus compañeros fueron obligados a escuchar por la radio el parte militar del Ejército en que se anunciaba la caída en combate de todos los expedicionarios.
En un naranjal en la entrada del pueblo de Cabonico fueron acribillados a balazos. Los soldados pretendieron quemar los cadáveres de los revolucionarios, pero desistieron ante los ruegos de la población que suplicaba les permitiera darle a los caídos cristiana sepultura. En tierra, sin ataúdes, fueron sepultados quince expedicionarios del Corynthia. Los pobres campesinos de la zona colocarían después en las cabeceras de las tumbas toscas cruces de madera que, tras el triunfo de la Revolución, servirían para identificar a los mártires.
Calixto y Hubert habían sobrevivido a la mayor carnicería de la historia, y enfrentando las balas de alemanes y japoneses sólo, para morir asesinados salvajemente a manos de sus propios conciudadanos.
Mártires del Corynthia:
Calixto Sánchez Whyte
Joaquín Ferrer de Blanck
Gustavo Ferrer de Blanck
Hubert de Blanck
Cleto Collado del Cueto
Luis Vázquez López
Ernesto Ceballos Baeza
Pedro Pablo González Mir
Roberto Martínez Reverón
Juan Fornes Pina
Sergio Sierra Cabrera
Saúl Delgado Duarte
Humberto Vinat Agüero
Jorge Prieto Ibarra
José Alberto Félix Suezcun Gutiérrez
Jesús Miguel Iglesias
El presidente Manuel Urrutia y el expresidente Carlos Prío haciendo guardia de honor a los restos de los mártires durante una ceremonia en el Capitolio Nacional tras el triunfo de la Revolución.
El Corynthia anclado en la Base Naval de Santiago de Cuba
Los cadáveres de los expedicionarios asesinados, tendidos en el Cementerio local de Cabonico
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