Porque siempre ha sido así, desde el momento que crucé la puerta. Desde que quedamos en vernos a la mañana siguiente y esa mañana no llegó. No me dejaste hablarte más. Una triquiñuela del destino, de una fatídica causalidad disfrazada de una sábana de seda dulce que te embriaga acaricia y te deja medio adormecida con solo el roce de su tacto. Fue un: “Hasta mañana” suave, coloquial, como de un día cualquiera de otros que ya habían pasado, solo que en apariencia…
Seguiré.. no va a quedar nadie con dudas