Aquí ya no queda nadie.Las ventanas quedaron selladas por el barro.Las macarras callejuelas
ahora son estrechas como vasos rotos.
El tiempo se ha cobijado
en esquinas hambrientas.
Fusiles, harapos y harapientos,
y algún dogma de rebajas
decoran plazas y corrales.
El Cristo de turno, ahora como entonces,
predica en las alcantarillas
un mañana a la carta.
Aquí ya no queda nadie.
Náusea, pólvora, quimera
y algún sueño de alquiler,
alguna puta de etiqueta.Aquí ya no queda nadie.Voces rompiendo muros de silencios,horizontes huecos anunciandoruído de cadenas.Aquí ya no queda nadie.Tal vez la muerte buscando a sus culpablesTal vez la vida buscando supervivientesal pie de sus trincheras