Este desequilibrio de saetas que giran y se adelantan me impide conciliar el sueño. La madrugada bosteza ante la transparencia del vidrio de las ventanas.Con la yema de los dedos dibujo círculos entre las gotas que se han quedado fijas en el cristal.Las que resbalan las dejo ir, escurridizas y raudas, al encuentro de otras, libres, despojadas de la masa de gotas que se niega a aceptar ese fluir del agua cuajándose en redondo en el muro de las lamentaciones de esta cristalera con marcos.
Cuán poco me ha gustado, y ya desde chiquita, el pensamiento único.
Esta, nuestra era de la risa fácil y de la felicidad a ultranza, como medio de control social, emocional, y … que va, y a mí, me entristece. Y es cuando más triste me pongo, cuando más se alejan, y creo que entonces, de alguna manera les he ganado la partida.Me ha solido ocurrir frente a noticias, elecciones, guerras, e incluso con las personas, o con espacios, que cuanto más blancos, asépticos, relucientes, y con más glamour, más me gusta ensuciar con mermeladas de colores estridentes, un pegote de miel, o una mancha oscura de café.Ni siquiera entiendo eso que llaman amor y que ya tan ultrajado, desconocido y descolorido me han dejado, y por no atreverme a enfrentar esa alegría que tantas tristezas contiene para encontrarse con otro, y vivir por y para otro, prefiera seguir encontrándome a mí misma al llegar a casa. Tarea inútil porque ya me supe hace tiempo perdida.Entre la indolencia y esa locura de mareas que arrastran el corazón y la razón, navega mi mente en la que mi tarjeta bancaria emocional presenta números rojos, flota entre nubes que se niegan la felicidad y otras que se abrazan al tronco de un árbol para oír cómo el viento susurra meciendo las hojas. Instante de serenidad eterno donde desparramar la conciencia.Ya sólo pido hoy , un aire limpio que arrase mareas, tempestades, brújulas, saetas y relojes, medidas de tiempo y espacio, vestidos y ropajes, como cuando no buscábamos nada, y la vida nos llovía y empapaba con sonrisas leves como caricias y no con carcajadas forzadas, con lágrimas agridulces y no con huracanes y cuando el azar, la casualidad, o el destino, llegaban a nuestros pies sin necesidad de ir a su encuentro, sin forzarlos, sin implorarles que nos cambiasen la vida, pues de haber una casualidad, ha de llamar ésta a tu puerta sin necesidad de golpear la aldaba como desaforados.Y así, mucho más livianos, salir a la calle con los zapatos rojos para volver a mojarnos una y mil veces ante cualquier aguacero, soltar el paraguas, (cómo me gusta mojarme) e ir de nuevo caminando, sin duda, sin la misma inocencia, pero sí a pelo, hacia una mirada limpia y sin trampas que nos endulce tras el nubarrón de un arcoíris en blanco y negro y nos dé fuerzas para romper la resistencia social que nos rodea, barrer vidrios rotos, y pintar espejos sin reflejos deformes.Y cuando llegue al final de ese camino, sin encrucijadas, entonces sabré que lograré abrazar el árbol como próxima meta, y podré esperarte allí, abrazada por la lluvia hasta que me cale los huesos, y me oxigene el olor mojado de tu piel, que sé que me estará esperando.