“I’ve felt you coming girl, as you drew near
I knew you’d find me, cause I longed you here”
Night tide
Director: Curtis Harrington
Año: 1961
País: Estados Unidos
84 min.
Fotografía: Vilis Lapenieks
Música: David Raksin
Guión: Curtis Harrington
Reparto: Dennis Hopper, Linda Lawson, Gavin Muir, Luana Anders
Night tide es, hay que decirlo así …a lo bruto, una película fascinante y turbadora pero también una película totalmente naif y esa es una combinación tan deliciosa como peliaguda. Es decir, ni es para todos los gustos ni resulta fácilmente recomendable. Desborda un romanticismo enfermizo y terminal que provoca un tipo de adhesión cercana a lo irracional y por esa misma razón puede dejar igualmente aburrido que tocado hasta la devastación. Quedáis advertidos.
Filmada con un presupuesto irrisorio -que finalmente funciona a favor del film acercándolo (hay que recordar que Harrington comenzó como crítico, coqueteó con el avant-garde y se mezcló con popes del underground como Kenneth Anger) ciertos estilemas vanguardistas muy europeos en algunos aspectos (y pienso en el extraño seguimiento por parte de Hopper a la mujer que acosa a su enamorada y que termina en un caserón lleno de respuestas y preguntas), una impresión provocada por la conjunción de rodaje en la calle, paisajes periurbanos desolados (esas torres de alta tensión) y decadentismo estético/espiritual terminan por dar la impresión de un Alain Resnais goes American Gothic en miniatura- este primer trabajo dirigido por ese heterodoxo talento del fantastique que fue Curtis Harrington (que pasó por aquí con dos títulos clave: Queen of Blood y Who ever slaught Auntie Roo?) aparece ya rebosante de todas sus constantes más personales. Desde la atmósfera de lánguido duermevela (a la que colabora de manera esencial la ambientación en una feria de fenómenos la presencia de un carrusel siempre parado como perfecto escenario de maldición, unos detalles por otra parte profundamente americanos que conectan el film con otro oscuro clásico de culto que usaba también la potencia iconográfica de este tipo de atracciones: Carnival of Souls dirigida en 1962 por el no menos oscuro Herk Harvey. Curiosamente también del año 1962 es la novela de Ray Bradbury Something wicked this way comes-La feria de las tinieblas- que tiene a un carnaval ambulante como epicentro y que fue adaptada por Jack“Suspense”Clayton en 1983 en una producción Disney tan estimable como desaprovechada) hasta la morbidez de una historia de amor entre un marinero solitario y una muchacha que trabaja disfrazada de sirena y que quizás, solo quizás, podría ser una de verdad.
En sus mejores momentos un cuento arrebatado e hipnótico -con instantes e imágenes inolvidables como la aparición por el pasillo tras salir de la bañera que mezcla alucinación y verdad con facilidad pasmosa en base únicamente a la iluminación y el encuadre, la huellas húmedas que Hopper seguirá hasta el muelle, el baile febril en la playa, etc…- que logra sostener una ejemplar ambigüedad y un tono fatalista y mitológico conseguido gracias a la sugestión sensorial, a la inmersión impúdica del director en su propio material, a la manera en la que funde su punto de vista propio, el del protagonista y el del mismo espectador con el objetivo de participar colectivamente del encantamiento, sin miedo ninguno al ridículo, a bordear la cursilería o a que una melancolía terminal inunde todo, desde la imagen hasta la historia y viceversa.
En los peores el ritmo luce desmayado y las interpretaciones, con la excepción de la bella Linda Lawsson como la chica encantada hija de un hombre y una sirena y del jovencito Dennis Hopper, no son gran cosa. Además de que algún instante desnude las estrecheces típicas de las producciones independientes de la época. Pero terminan por ser detalles menores ante los que podemos mirar hacia otro lado, hacer como que no nos damos cuenta y quedarnos con lo que verdaderamente permanece; un film muy sugerente que convoca el estilo y la impronta de los clásicos de Val Lewton y Jacques Tourneur (especialmente la maravillosa La mujer pantera) y su deliciosa mezcla de mitos, sexualidad subterránea y amenazas más allá del entendimiento que se revelan ancladas en la psique. Así el cine de Harrington se revela mezcla de ingenuidad, onirismo mitómano, voluntad autoral de superar el género y capacidad para convocar un cine tan legendario que cabe dudar si realmente existió.
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