Revista Ilustración

arlt x 150 ilustradores

Publicado el 20 marzo 2012 por Libretachatarra
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En el Centro Cultural Recoleta se desarrolló la muestra del Foro de Ilustradores donde se expusieron trabajos basados en las Aguafuertes Porteñas de Roberto Arlt. La data de la exposición está en:

http://centroculturalrecoleta.org/ccr-sp/exposiciones/2012/01/03/foro-de-ilustradores/#more-1192
Y en el sitio del Foro de Ilustradores:
http://aguafuertesilustradas2011.blogspot.com
Donde podrán ver las obras presentadas. (También podrán verlas en diez albúmenes de fotos en nuestro sitio en Facebook:
http://www.facebook.com/media/albums/?id=163209071420).
A modo de post homenaje, seleccionamos algunas de las obras que intercalamos con párrafos de los textos de Roberto Arlt elegidas por los ilustradores para desarrollar sus trabajos.

VENTANAS ILUMINADAS
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sabrina florio
Ciertamente, no hay nada más llamativo en el cubo negro de la noche que ese rectángulo de luz amarilla, situado en una altura, entre el prodigio de las chimeneas bizcas y las nubes que van pasando por encima de la ciudad, barridas como por un viento de maleficio.
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verónica fradkin
¿Qué es lo que ocurre allí? ¿Cuántos crímenes se hubieran evitado si en ese momento en que la ventana se ilumina, hubiera subido a espiar; un hombre?
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cristina santa maría
¿Quiénes están allí adentro?. ¿Jugadores, ladrones, suicidas, enfermos?. ¿Nace o muere alguien en ese lugar?.
EL NOVIO EN EL PALCO
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graciela fernández – Grace
Unos novios eternos, esgunfios, secos, él con calvicie incipiente, ella con este problema: “¿Cuándo se casará este gil?”.
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mai – mariana Villanueva
Pasan unos turros a pie, enfundados en unos metros de arpillera. Careta de diez guitas. Una zanahoria gigante colgada de una soguita. Le dan con la zanahoria en la cabeza al novio y rajan.
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fernández
Y esto es Carnaval. ¡Haga el favor! Carnavales eran esos otros, aquellos en que con lo menos que le tiraban era con huevos podridos y líquidos orgánicos en estado de descomposición… Carnavales eran aquellos en que a media noche, como sobre en un mar de borrasca, se veía la estampa de una fregona flotando sobre una multitud de brazos que soliviaban las cocineras más gigantes del mundo. Esto no es Carnaval ni nada, esto es la caza del novio, la caza del marido, a base de fácil romanticismo que en el entendimiento de los giles despiertan unos metros de tarlatán y terciopelo despegado de un marco antiguo.
MATICES PORTUARIOS
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pablo de bella
En el puerto se respira. En el puerto se bebe paisaje. En el puerto se recobran los sueños de la niñez. En el puerto se purifica el alma. En el puerto se aprende a soñar. A esperar, como esperan los transatlánticos.
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matías trillo
¡Y después! Esos nombres de los barcos más bonitos que una cara de mujer. ¡Y después! Estos transatlánticos roñosos. Esos hombres fuertes y rubios, que trabajan entre un muro de granito y un casco sobre un agua de color jabón amarillo, que lame con aceitoso vaivén los hierros mordidos por los salitres de todos los océanos.
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maricel rodríguez clark
Cae del espacio una luz de viaje. Se piensa en los trópicos erizados de palmeras y en las negras que bailan al son de un tambor que golpean con las palmas de las manos negros belfudos de cabeza emplumada.
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maría laura ramonet
Se piensa en una hamaca paraguaya. En los cauchales de la Malasia, en las factorías a las orillas del Hastinapura. Se piensa en el taparrabo, en una siesta eterna y en una noche iluminada por cocuyos, grandes como faroles de bicicleta. Se piensa en todo… en todo, menos en trabajar.
ELOGIO AGRIDULCE DEL CAPUCHINO
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rebecca luciani
Minga de café. Abstención completa. ¿Y qué le queda a usted? Reducirse al capuchino, al innoble y seductor capuchino, que es una mezcla, por partes iguales, de leche y café, servida en una tacita de café. La tacita, para que usted se haga la ilusión de que se manda a bodega una ración de achicoria, y para engañar la visión, como los cocainómanos que cuando no tienen con qué doparse, toman por la nariz ácido bórico o magnesia calcinada. El caso es hacerse la ilusión...
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florencia figueroa
Y lo único que tiene el capuchino es la tacita. Esa tacita que es el retrato nada más. Esa tacita que usted toma con trémula mano pensando que contiene café; tacita que durante un minuto, dos, tres minutos, deja usted encima del mármol de la mesa y la mira halagado, porque es la tacita que contenía café; el café que ya usted no probará más, ¡vaya a saber por cuánto tiempo!
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nancy brajer
Más, ¿qué le quedaría para hacer sino contara con el capuchino fiel, con el último grado de la cafeína inofensiva; con el refugio del condenado por la maldita sabiduría de los médicos, que lo toman a usted, le encajan un artefacto en el brazo desnudo, lo inflan como una pelota de goma, y luego, doctoralmente, le dicen, a medida que se mueve la manecilla de un reloj?:
-Exceso de presión arterial. Suprima el café; suprima el tabaco. Acuéstese con las gallinas, levántese con el sol. Haga gimnasia. No fume. No beba. No se excite, no se apasione, no lea, no escriba, no respire. ¿Ah, si? ¿Respirar está permitido? Dígame: ¿Qué le queda a la víctima de uno de estos sierrahuesos? Refugiarse en el capuchino.
LOS TOMADORES DE SOL DEL BOTÁNICO
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maría lavezzi
Examinando la gente que pulula por el Jardín Botánico, uno termina por plantearse este problema: ¿Por qué las ciencias naturales poseen tanta aceptación entre sujetos que tienen catadura de vagos? ¿Por qué la gente bien vestida no se dedica, con tanto frenesí a un estudio semejante, saludable para el cuerpo y para el espíritu? Porque esto es indiscutible: el estudio de la botánica engorda. No he visto a un bebedor de sol que no tenga la piel lustrosa, y un cuerpazo bien nutrido y mejor descansado.
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fuship
El portero -los porteros están bien saciados-, los subjardineros ya han adquirido ese aspecto de satisfacción íntima que producen las canonjías municipales; y hasta los gatos que viven en las alturas de los pinos impresionan favorablemente por su inesperado grosor y lustroso pelaje. Yo creo haber aclarado el misterio. La gente que frecuenta el Jardín Botánico está gorda por la influencia del latín.
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alina sarli
Estos hombres en vez de rastrillar la tierra, como era su deber, permanecían de brazos cruzados en honor a la ciencia, a la naturaleza y al latín. Cuando me fui di vuelta la cabeza. Continuaban meditando. Los rastrillos olvidados. No me extrañó de que engordaran.

EL TALLER DE COMPOSTURA DE MUÑECAS
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gabriela thiery
Y me detuve a contemplarla, porque allí, situada tras el vidrio, y colgada de esa mala manera, parecía la muestra de algún ladrón de niños o de una comadrona. Y lo primero que se me ocurrió fue que esa endiablada muñeca, polvorienta y descolorida, bien podría servir de tema para un poema de Rega Molina o para una fantasía coja de Nicolás Oliverio o Raúl González Tuñón. Pero más detenido aún por el atractivo que el ambiguo pelele ejercía sobre mi imaginación, llegué a levantar la vista, y entonces leí en el frente del ventanal, este letrero:
“Se refaccionan muñecas. Precios módicos”.
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sandra becchia
Son recibimientos que parecen cambalaches. Marcos dorados, retratos de toda una generación, diplomas por los muros, chafalonía sobre la mesita; rulos de pelos de algún ser querido y finado, entre los medallones; y sentada en una poltrona, rodeada de moñitos, la muñeca, una muñeca grande como una nena de un año, una de esas muñecas que dicen papá y mamá que cierran los ojos, y que sólo les falta andar para ser el perfecto homúnculo.
Es la muñeca que le regalaron a una de las niñas de la casa. Se la regalaron en tiempos de prosperidad, en tiempos de Ñauquín.
Y como la muñeca era tan linda y costaba sus buenos pesos, la nena nunca pudo jugar con ella.
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viviana garofoli
Porque yo no concibo que una muñeca se haga componer. No hay objeto. Si se rompe, se tira, y si no que cumpla sus funciones de juguete hasta que los que se divierten con ella la tiren un buen día para regocijo de los gatos caseros.
Sin embargo, la gente no debe pensar así, ya que existen talleres de composturas. El sentimentalismo me parece una razón pobre.
EL PAN DULCE DEL CESANTE
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carla grossi
La mujer: Habría que comprar pan dulce. Será muy triste para los nenes. Los chicos de todos los vecinos salen a la puerta con un pedazo en la mano. Y vos sabés cómo son los chicos; aunque no quieran, miran con ganas.
El hombre (pensativo): Cierto, miran con ganas.
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carabás
La mujer: Hasta las sirvientas, ¿quién?...hasta el más pobre hoy tiene pan dulce en la casa. Hoy, a mediodía, lo vi pasar a Don Pedro con su paquete. Todos pasan con un paquete... (la mujer cansada y triste, cierra los ojos evocando paisajes idos. Apoya el mentón en la palma de la mano, el codo en la rodilla, y en la frente se ahonda una arruga)
El hombre: ¿Y cuánto cuesta el kilo?
La mujer: Dos cincuenta. Medio kilo sería… uno y veinticinco. Hay que comprarlo. Los chicos no pueden quedarse mirando cómo comen los otros, ¿sabés?
Luego los dos fantasmas se han quedado en silencio.
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lili
Cada uno con los pensamientos por su lado. La mujer en su pasado; el hombre, en su futuro. La mujer, en lo que debe hacerse; el hombre en lo que puede hacer para él. Una generosidad y un egoísmo, siempre clavados de frente, siempre forcejeando en lo oscuro de su conciencia.
ELOGIO DE LO CURSI
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isvtansch
Si usted quiere comer mal, vaya a uno de estos bares. Pero si quiere pasar un rato de cursilería deliciosa, de amigable espera, de dulce estar, de simpática concurrencia, entre a cualquier bar alemán de Belgrano; y le prevengo que pasará una hora deliciosa. Se sentirá cómodo y reconciliado con la vida. ¿Por qué? Porque el bar alemán es la síntesis de lo cursi; el bar alemán es la vulgaridad elevada a la categoría de artístico.
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diego serafini
El mozo instala un chop en su mesa. Vuelve a pasar el “trompa”, y con una mirada que le envidiaría el mariscal Hindenburg al revistar las tropas que partían para los lagos Masurianos, inspecciona su chop y repite el saludo como diciendo: “¡Que se le convierta en buena sangre mi cerveza, caballero!”
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juan pablo caro
El jovie escabia una jarra de cerveza y las menores, altas como un eucalipto, trincan también su medio "troli".
Estamos en los dominios de Kant, el autor de “La crítica de la razón pura”.
El mozo ha tornado a eclipsarse como obedeciendo a una misteriosa ley cometaria o planetaria. Usted está tentado de pedir una tabla astronómica para indagar en qué otro momento preciso de la noche reaparecerá en el cenit de su “ragú” el mozo aludido.
SILLA EN LA VEREDA
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nuria garcía
Llegaron las noches de las sillas en la vereda; de las familias estancadas en las puertas de sus casas; llegaron, las noches del amor sentimental de “buenas noches, vecina”, el político e insinuante “¿cómo le va, don Pascual?”. Y don Pascual sonríe y se atusa los “baffi”, que bien sabe por qué el mocito le pregunta cómo le va. Llegaron las noches...
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santiago grasso
Yo no sé qué tienen estos barrios porteños tan tristes en el día bajo el sol, y tan lindos cuando la luna los recorre oblicuamente. Yo no sé qué tienen; que reos o inteligentes, vagos o activos, todos queremos este barrio con su jardín (sitio para la futura sala) y sus pebetas siempre iguales y siempre distintas, y sus viejos, siempre iguales y siempre distintos también.
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romina pernigotte
Y junto a una puerta, una silla. Silla donde reposa la vieja, silla donde reposa el “jovie”. Silla simbólica, silla que se corre treinta centímetros más hacia un costado cuando llega una visita que merece consideración, mientras que la madre o el padre dice:
–Nena; tráete otra silla.
Silla cordial de la puerta de calle, de la vereda; silla de amistad, silla donde se consolida un prestigio de urbanidad ciudadana; silla que se le ofrece al “propietario de al lado”; silla que se ofrece al “joven” que es candidato para ennoviar; silla que la “nena” sonriendo y con modales de dueña de casa ofrece, para demostrar que es muy señorita; silla donde la noche del verano se estanca en una voluptuosa “linuya”, en una charla agradable, mientras “estrila la d'enfrente” o murmura “la de la esquina”.
Silla donde se eterniza el cansancio del verano; silla que hace rueda con otras; silla que obliga al transeúnte a bajar a la calle, mientras que la señora exclama: “¡Pero, hija! ocupás toda la vereda”.
Bajo un techo de estrellas, diez de la noche, la silla del barrio porteño afirma una modalidad ciudadana.
ME ACUERDO DE DON ESTEBAN
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alejandro o'kiff
No sé si vive o ha muerto. Tendría cincuenta años cuando yo tenía siete.
En verano e invierno usaba siempre camiseta de franela. Estaba “quebrado”. Sabía yo que aquello era una enfermedad, y suponía que la quebradura de don Esteban debía estar en el lugar donde se fajaba, pues este lombardo gastaba una faja negra que daba varias vueltas a su robusto corpazo, y un sombrero abollado con el ala sombreándole la frente.
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lorena oviedo
Don Esteban hacía de todo. En su casa tenía parras, y podaba las parras; recolectaba la uva, compraba “pasas” y en unos toneles grandotes fabricaba un vino “casero”; un vinillo dulzón y diabólicamente embriagador, pues recuerdo que una tarde me recosté bajo la espita y comencé a beber hasta que se me infló el estómago, y luego salí viendo, en visiones, un montón de macanas. Luego, para desemborracharme, me dieron una soberbia paliza.
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afra
Cuando había terminado de trajinar la tierra, don Esteban se sentaba entre los altos tallos verdes de cebollas, y se quedaba mirando el cielo azul entre los claros de los eucaliptos. No hablaba casi palabra.

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