Etelvina tenía una compulsión por hacer crucigramas. Era tal su adicción que tenía por costumbre contar las letras de cada palabra y dar a conocer ese dato en conversaciones que poco tenían que ver con su pasatiempo, además de expresarse según las definiciones que habitualmente leía para resolver los mismos.
- Margarita, me alcanzás la vasija pequeña, de loza o de metal y con asa, empleada generalmente para tomar líquidos. Cuatro letras. Vertical, que si no se vuelca.
Sus amigas le habían perdido la paciencia rápidamente. Quizá quince o veinte años que lo hicieran sus hijas. Pero el pobre de Arnulfo, que ya tenía el cielo ganado según palabras de los familiares, aún seguía escuchando a su (para todos los demás) insoportable esposa.
Había aprendido que la forma de sobrellevar mejor las cosas, era proveerle material para que se entretuviera. Por eso, le compraba entre cinco o seis revistas de crucigramas por día. Muchas veces se hacía largos viajes hasta librerías que vendían publicaciones usadas y compraba ediciones de larga data, que seguramente ya había comprado uno, dos o tres veces, pero que servían para que ella se pusiera a hacerlos. Lo bueno, se decía, era que por suerte resultaba imposible que se acordara si había completado la revista con anterioridad.
- Arnulfo, vale la pena decirlo de nuevo, tengo hacia vos un sentimiento que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear. Cuatro letras. En la cama, horizontal.
- Me amás, ¿eso querés decir?
- Si
- Yo también vieja, yo también.
La paciencia de Arnulfo podía medirse en años luz. Por eso fue la persona que además sintió con mayor dolor y pena la muerte de Etelvina. También, fue el único que estaba con ella cuando sucedió el fatal accidente. Aún hoy, se reprocha su accionar.
- Querida ¿otra empanada?
Etelvina lo miró, rojas sus facciones y con mucho esfuerzo, le dijo:
- Arnulfo, ocho letras, vertical, el fruto del olivo me produce, siete letras, horizontal, suspensión o dificultad en la respiración, creo que me, nueve letras, vertical, ahogo por detenerse algo en la garganta y me, cinco letras, horizontal permanente, llego al término de mi vida.
Acostumbrado a trazar una cuadrícula mental para descifrar a su mujer, el pobre de Arnulfo no pudo completar las pistas a tiempo y vio, con angustia, como ella caía desplomada hacia atrás en la silla.
La enterró junto a muchas de sus revistas y en la lápida las palabras Querida y esposa se cruzaban como en un crucigrama.
Sueña despierto, que en alguna intersección de la vida, Arnulfo y Etelvina, volverán a juntarse.