Desvencijados relicarios con instantáneas de tu vida
cuelgan en las pendientes oscuras de las noches
de los estremecidos árboles azules de la pradera
de los suspiros que dejaste en las tímidas tardes de abril
de tu decencia de mujer,
de tus ganas de indecencias de mujer
de tus ojos escrutando pasiones que no se hicieron milagro
cuelgan, pesan en tu cuello y en tu vida
en la tristeza de tus ojos
en cada una de las tentaciones evitadas
en las solitarias tardes de tus tardes,
lo llamas mirando atrás de la mirada
lo llamas entre las arrugas de tu tiempo
y con la voz de todos los duendes del sepulcro
lo llamas ahora que los dos ya no están
y en el medio de tu muerte , le tomas la mano
y ahora sí le decís que si.