Revista Diario

Arte y cine expresionista: la buena hermandad.

Publicado el 25 octubre 2025 por Elcopoylarueca

ARTE Y CINE EXPRESIONISTA

«En verdad os digo: ¡los días de los que habla el Apocalipsis están cerca…!» 

Arte y cine expresionista: la buena hermandad.

Metrópolis, fotograma de la película, 1927.

En el expresionismo, el cine y la pintura comparten la intención de reflejar la descomposición de una sociedad mutilada por la Primera Guerra Mundial, una sociedad que se encuentra, sin tener conciencia de ello, a las puertas de otro conflicto bélico de dimensiones aún más devastadoras. La pintura y el cine expresionista son espejos que reflejan una vida acelerada donde reinan, todavía bajo las sombras, el caos y la destrucción.

El expresionismo, estética que nace a finales del siglo XIX, madura en la República de Weimar (1918-193). Es catálogo de la creación artística de entreguerras, de una Alemania que destacó por su inestabilidad política, por una inflación demoledora, por fuertes conflictos sindicales, por la libertad de prensa, por el sufragio universal, por el desempleo masivo… Por ser la perdedora de la Gran Guerra. Traumas y psiquis…

Arte y cine expresionista: la buena hermandad.

Muerte de un niño, Käthe Kollwitz, xilografía, 1924/25.

«… y la sombra se clava en mi garganta y chupa
concupiscente, muda, apasionada,
la poca sangre humana que me queda».
José María Merino

Arte y cine expresionista: la buena hermandad.

El regreso a casa de un minero del carbón, Conrad Felixmüller, litografía, 1920.

El movimiento expresionista, a diferencia de otros ismos, como el impresionista, está indisolublemente ligado al contexto histórico y político en el que nace y se fortalece. Es un movimiento premonitorio, cuya forma simbólica, y por tanto espiritual, anuncia lo que luego sucedió con la llegada del Tercer Reich (1933-1945). No por gusto el Ministerio de Propaganda lo percibió como una amenaza, señalándolo como «arte degenerado». El régimen nazi buscaba una estética realista, al servicio de la propaganda y no un decir que evidenciara los peligros de la pérdida de identidad. 

Arte y cine expresionista: la buena hermandad.

El gabinete del Dr. Caligari, fotograma de la película, 1920.

«¿Soy flor o estirpe de una especie oscura
que come llagas y que bebe llanto?»
Delmira Agustini

Arte y cine expresionista: la buena hermandad.

Máscaras, Josef Scharl, óleo sobre lienzo, 1931.

El expresionismo es nido de vampiros, pero esos monstruos cobran vida en el cine y en los lienzos para alertar. Son la encarnación del mal. Son la alarma que pretende despertar conciencias mediante la sugestión, pues el hombre de entreguerras perdió las referencias que consolidaron su civilización.

El hombre de entreguerras es un ser desgarrado que se entrega a la magia de los titiriteros del poder, ya que esa magia, consumista y frenética, ofrece una falsa alegría que anestesia las profundas secuelas que provocan insomnio. No olvidemos que el siglo XX es el de los totalitarismos.

No olvidemos que es el siglo que trasforma el miedo de los clásicos infantiles —el didáctico que coloniza los bosques con seres tan minúsculos como malvados—, el de los capiteles románicos —el terror como aliado de los dogmas de fe—, el romántico —miedo que engendra al héroe trágico— y el del pavor gótico —el literario, el que metamorfosea cuellos en nacaradas copas rebosantes de plasma— en arma de control mental al servicio del poder financiero y político. 

Arte y cine expresionista: la buena hermandad.

El orador, Arthur Segal, óleo sobre lienzo, 1912.

«¡Oh, villano! ¿Sonríes? ¡Villano, maldito villano!»
Shakespeare 

Arte y cine expresionista: la buena hermandad.

Asesino sexual, Otto Dix, aguafuerte, 1920.

Ahora bien…, ¿cómo se manifiesta ese estado de ánimo en el arte visual? ¿Qué asociaciones encontramos en el cine y en la pintura expresionista? ¿En qué se hermanan? He creado la siguiente cadena, que se retroalimenta a la vez que comparte la manera de ser representada.

La cadena, tan demoledora como vigente, es la siguiente:

realidad ⇔ fantasía ⇔ alucinación ⇔ propaganda ⇔ fanatismo ⇔ raciocinio ⇔ manipulación ⇔ miedo ⇔ monstruo ⇔ terror ⇔vulnerabilidad ⇔ conciencia individual ⇔ conciencia colectiva. 

Arte y cine expresionista: la buena hermandad.
De la mañana a la noche, fotograma de la película, 1920.

«… para no olvidar en el alma el camino a casa».
Else Lasker-Schüller

Arte y cine expresionista: la buena hermandad.

Lectora, Erich Heckel, acuarela sobre papel, 1933.

La expresión estética en el cine y en la pintura tiene, en no pocos casos y como he apuntado, igual correspondencia.

Los decorados —quebrados, oblicuos, asimétricos…—, la iluminación —el cine consigue el claroscuro con efectos de luz y la pintura con fuertes contrastes de color—, la sombra, que adquiere dimensiones sobrenaturales, siniestras, la gestualidad, exagerada hasta la deformación, y el grotesco maquillaje —maquillaje y gestualidad materializan pensamientos reprimidos— son artificios en función de crear un ambiente opresivo, inquietante, que provoque sensación de peligro no controlado.

Arte y cine expresionista: la buena hermandad.

Nosferatu, una sinfonía del horror, fotograma de la película, 1921.

«Entonces se detiene el carro. Alza la vista y
mira, negro, el patíbulo al final de la calle».
Georg Heym

Arte y cine expresionista: la buena hermandad.

Casa que cae, Wilhelm Lachnit, óleo sobre papel y lienzo, 1919.

El lenguaje expresionista, en cualquiera de sus disciplinas, incluso en la poesía, es perturbador, porque lo importante para estos creadores no es tanto el guion como… ¡la exteriorización del mismo! Y sabemos que la primera impresión nos la concede la vista.

Y, cómo no, está la temática, también compartida por las artes expresionistas: locura, corrupción, dependencias afectivas, crímenes, codicia, incapacidad resolutiva a nivel individual, desenfreno, inseguridad, sensación de persecución, neurosis… El abanico del drama de entreguerras condensado en las ciudades —caos—, en los paisajes naturales —tan bellos y seductores, como peligrosos—, en los desnudos, en los retratos…

Arte y cine expresionista: la buena hermandad.

Metrópolis (calle con fachadas), Otto Dix, acuarela sobre papel, 1925/1926.

«Igual que giran en los molinos las ruedas,
así da vueltas la huella negra de sus pasos».
Georg Heym

Arte y cine expresionista: la buena hermandad.

Metrópolis, fotograma de la película, 1927.

¡Oh!, pero el cine tiene un aliado más: la música, pues, incluso, las películas mudas incluían partituras que se tocaban en vivo. La música era la protagonista encargada de aumentar la excitación nerviosa, la sensación de angustia que provoca el estar a merced de un poder sin rostro —el vampiro es un ente sobrehumano—. Esa música es disonante, repetitiva, incómoda al oído… 

Las películas más importantes del expresionismo alemán reflejan el entorno que condujo a la II Guerra Mundial. En el El gabinete del Dr. Caligari (1920), obra fundacional del movimiento, lo apreciamos en la arquitectura deformada de los exteriores; Metrópolis (1927) lo refleja en el hombre robotizado; Dr. Mabuse: el gran jugador (1922) es espejo del desequilibrio mental y Nosferatu es el colmo del horror.

Arte y cine expresionista: la buena hermandad.

Personas en la calle, Max Kaus, óleo sobre lienzo, 1920.

«… venid, moved los labios,
quien habla no está muerto».
Gottfried Benn

Arte y cine expresionista: la buena hermandad.

Joven payaso, Erich Heckel, xilografía a color, 1929.

Pero, oh…!, en Misterios del alma (1926), Nervios (1919), El Golem (1920), Las aventuras del príncipe Achmed, filme con decorados orientales y pantomimas (1926) y en De la mañana a la noche (1920) —parodia sobre la condición humana—, por citar otros ejemplos, se muestra lo mismo: el espíritu secuestrado, el alma mecanizada, el hombre en lucha desigual.

Arte y cine expresionista: la buena hermandad.

La pareja, Werner Scholz, óleo sobre papel, 1928.

«Hay sombras que se abrazan ante un espejo ciego».
Georg Trakl

Arte y cine expresionista: la buena hermandad.

De la mañana a la noche, fotograma de la película, 1920.

La incertidumbre, la desesperanza, la necesidad de reflejar visualmente los estados anímicos, de alertar sobre las consecuencias de no asumir la responsabilidad que tenemos sobre nuestros destinos son temas que batallan en lienzos, versos y cintas.

En pleno apogeo de la Bauhaus, los cuadros de Otto Dix, Max Becmann, Franz Marc, Emil Nolde, Lyonel Feininger, Arthur Segal, Wassily Kandinsky, Edvard Munch, Gabriele Münter, George Grosz, Otto Mueller… evidencian cómo la ceguera consciente horada el espíritu, quiebra al individuo y lo ahoga en una pesadilla colectiva.

Arte y cine expresionista: la buena hermandad.

En el cabaret «Nido de golondrinas», Max Kaus, óleo sobre lienzo, 1919.

«No soy más que una llama, un grito, y fuego y sed».
Ernest Stadler

Arte y cine expresionista: la buena hermandad.

Dr. Mabuse: el gran jugador, fotograma de la película, 1922.

¡Ay…, amigos!, y como todo lo que perdura se hereda, igualmente, modos e intenciones pueden rastrearse en el cine de Orson Welles, Alfred Hitchcock, David Lynch, Tim Burton…

El tiempo ha ido atesorando hojas de calendarios y, sin embargo, ese monstruo expresionista, succionador del alma humana, ese Drácula hermafrodita, sigue estando robusto y feliz. Como dice un poema de Ricardo Gandolfo… «cae como una oscura capa de muerte sobre el pueblo». 

Arte y cine expresionista: la buena hermandad.

Yo en la exposición «Expresionismo. Un arte de cine».

VAMPIRA

¿Qué aterra a ese congelado rostro,
que detrás de mí se muestra
con su callado grito?

¿Será que en mí se refleja
—y aún no me he dado cuenta—
la largueza de su sombra?

Arte y cine expresionista: la buena hermandad.

Arte y cine expresionista: la buena hermandad.

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