Lloraba mientras gritaba. Lloraba porque no sabía de fotografía, pero había encontrado un paisaje precioso. Lloraba porque no sabía componer, pero había encontrado una rima perfecta. Lloraba porque no sabía rodar una película, pero había encontrado una historia maravillosa. Lloraba porque no sabía pintar, pero había encontrado el niño que le haría de modelo para pintar la cara del Niño Jesús. Lloraba porque no sabía cantar, pero tenía una voz preciosa. Lloraba porque no sabía escribir una frase que realmente transmitiera, pero sabía qué quería decir. Lloraba porque no sabía actuar, pero sabía a quién quería interpretar.
Lloraba. Lloraba solo y solo lloraba. Lloraba porque no sabía cómo hacerse entender, pero sabía quién tenía que entenderle.
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