Revista Talentos

Aserejé (parte final)

Publicado el 03 agosto 2019 por Aidadelpozo

A veces recordaba el helado azul y cómo sacaba la lengua para provocarlo: "¿Alguna vez te la han puesto azul...?" En alguna ocasión también se acordó de las garrapiñadas. Bastantes, de los cafés en cápsula que Rubén preparaba en la cocina. Recordaba el olor a tabaco de su aliento, pero eso le gustaba menos. Sin embargo, hasta ese olor le venía a la memoria en ocasiones. Muchas veces comparaba sus risas del pasado con las que llegaron después. Nunca se sintió tan libre como aquel día en que bailó encima de la cama mientras él cantaba. No recordaba el nombre de la vecina, pero sí ese grito anunciando que se había cepillado a su vecino. Se acordaba muy bien de su propia carcajada retumbando en sus oídos, de lo amargo que sabía Rubén y de lo que le gustaba ese amargor recorriendo su garganta. Muchas veces, le venían a la memoria los besos de Rubén desde su ombligo hasta su sexo; muchas más los besos negros... De todo eso hacía mucho tiempo, casi una eternidad.
Hablaban de tarde en tarde. De nada importante, conversaciones banales que no servían para borrar de la cabeza esos recuerdos.
Nunca había vuelto a usar el plug que Rubén le había regalado, pero aún lo conservaba. Sabía que no sería igual usarlo con otro hombre. A veces lo sacaba de la cajita y se echaba a reír. Tenía sus motivos... No entendió jamás por qué el sexo no volvió a estar acompañado de las mismas carcajadas que pintaron de colores su breve historia. Se decía que quizás había sido el Aserejé, el plug azul, los besos negros o el espejo de la habitación de Rubén y su voz cuando le decía que se mirase en él mientras lo hacían. Lo fácil que le había resultado ser ella con Rubén y lo complejo que desde aquella historia había sido serlo con nadie más...
Quedó pendiente una despedida formal. Dejaron de verse tras discutir y ninguno hizo nada por remediarlo. Simplemente sucedió. Sonia pensaba que Rubén nunca la conoció lo suficiente. Además, por aquel entonces ella no sabía lo que quería. Ahora sí.
Su contacto era ya solo virtual aunque, en el fondo, se tenían cariño todavía. Haber reído tanto dejó ese poso inevitable.
Hacía poco, en una de sus breves conversaciones por Whatsapp, Rubén le había hecho una petición.

-No filtres, sé tú. Me corta sentir que estás marcando las distancias después de lo mucho que nos hemos reído y de nuestras locuras.
-Seré yo si tú eres tú. Tú también filtras, mamón.
-Gili.
-¿Me mandas un audio cantando tu Aserejé?
-No jodas, Sonia. Canto de pena.
-Anda... dale...
-Luego te lo paso.
-¿Sabes que en cierta ocasión compré un huevo masturbatorio para usarlo contigo? No hubo ocasión. Nos enfadamos y ya no volví a comer helado azul ni a dejarte el pito a lo pitufo.
-Lo siento... Lo habrás usado con otro, supongo.
-Está sin estrenar. Virgen todavía...
-¿Por qué?
-Porque lo compré para ti y ya lo había bautizado con tu nombre. Virgen morirá, supongo... ¿Cuándo me mandarás el audio?
-Cuando me peine y me acicale, que para cantar uno tiene que ponerse guapetón.
-Estás "zumbao". Grábalo en la cama, como aquella vez. Lo oiré mientras soy saltos en la mía.
-¿Desnuda? Tetas sube y baja. Mmmm.
-Luego imaginaré tu cara en modo "señor pitufo ande andará".
-Pero qué mamona eres.
-Vale, vale. Mejor en modo "besos de los que nos gustaban tanto"...
-Más mamona aún. Sabes lo muvuo que me gustaba besarte así...
-Algún día te contaré cómo soy ahora. Y quién sabe qué pasará.
-Algún día dejaremos de filtrar los dos.
-No olvides la canción. La quiero dedicada.
-Hecho. ¡Muack!

Sonia cerró el Whatsapp, sonrió y buscó en YouTube el tema de The Sugarhill Gang, Rapper's delight.
Algún día le contaría a Rubén quién y cómo era ella ahora. Algún día...


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