A menudo se presentan ocasiones en la vida en las que no sabemos qué camino es mejor tomar: ¿debería ser un bienqueda y pasar por alto la situación crítica o compleja que tengo delante, o por el contrario sería más justo y ético tomar partido y exponer mi opinión de forma asertiva? Rara vez estoy segura al 100%.
Quizás el escoger la senda de la diplomacia “a toda costa”, o el desviarse hacia representar la persona asertiva que defiende sus ideas aun contrarias, dependa en gran medida de la importancia que se le conceda a la situación concreta. A la importancia de la persona o personas que tengamos enfrentadas en el momento o conversación.
También puede depender de si queremos conservar una relación que consideramos más trascendente que un simple choque de opiniones que -a la postre- sólo podrán servirnos para discutir, enfadarnos y sacar viejos trapos sucios que si no se lavaron en su momento, a qué ponérnoslos ahora que pasaron de moda…
La definición que he encontrado para el bienqueda es la que sigue: persona que evita las confrontaciones y que siempre quiere quedar bien. Que pretende agradar a todos, incluso cuando debería tomar partido o buscarse algún problema o enemigo al defender sus propios intereses (o los de algún semejante).
Al otro lado, vemos que la Asertividad suele definirse como un comportamiento comunicacional maduro en el cual la persona no agrede ni se somete a la voluntad de otras personas, sino que manifiesta sus convicciones y defiende sus derechos, situándose entre los polos extremos de la agresividad (violencia) y la pasividad (bienquedismo).
Como decía más arriba, siempre que observo una situación en la cual puedo tomar uno de los dos caminos, me surge la duda: ¿es lo suficientemente importante la persona involucrada en el debate, para que yo me trague mi opinión inversa -que me muerde el pensamiento- y le devuelva la palabra con el asentimiento y la sonrisa? ¿Es, por el contrario, alguien cuya impostura y estrategia de desestabilización vengo observando desde un principio y a quien, no ya sólo me apetece replicar (si fuera el caso), sino incluso provocar para extraer su auténtico Yo?
Concluyo pues que siendo lo más ético mostrarse ante los demás como una persona asertiva e íntegra en sus principios y valores, también nos dignifica como seres humanos evolucionados, el saber valorar cuándo y con quiénes es mejor y más plausible convertirnos en un bienqueda.
La experiencia y la edad nos ayudarán a discernir la duda -cada vez antes- de quién te quiere bien y quién te quiere mal. Y es que quienes de verdad nos aman o aprecian de forma honesta y sin hipocresías, jamás nos olvidarán, ignorarán, insultarán, descalificarán, humillarán, sabotearán, acosarán, traicionarán ni intentarán que nuestro nombre y persona queden tirados por tierra. No lo olvidemos.
Eso es así…