Revista Literatura

Asesinato-Capítulo 35

Publicado el 04 septiembre 2011 por Gfg
NANOTEC estaba ubicada en El Parque Tecnológico, una de las zonas más desarrolladas de El País. Era una empresa de un grupo de capital riesgo israelita al que El Gobierno le había otorgado muchas facilidades para que invirtiera en El País. Su objetivo era investigar la aplicación de las nanotecnologías y, en concreto, la energía. Al menos eso era lo que decía su publicidad.
Malpartida había cogido tal manía a los coches tras su experiencia en el taxi que pensaba que debían prohibir su acceso a las ciudades. Tanto era así, que no tenía uno. Cuando lo necesitaba se lo pedía prestado a Eva que había adquirido con La Caja uno eléctrico porque estaba de moda. Cuando llegó, tras verificar que la batería seguía activa, le costó encontrar un sitio para aparcar. La zona estaba saturada de vehículos mal estacionados.
El detective iba a encontrarse con el director general, un francés de origen judío que había estado viviendo por medio mundo. Se llamaba Thierry Camus.
Las explicaciones de Camus fueron muy ajustadas. Según el francés, Mato había sido contratado cuando aterrizó la empresa, no tanto por sus conocimientos técnicos, sino por sus contactos. Para el director, la entrada en cualquier mercado requería de un cierto apoyo local. Ellos sabían del prestigio de Mato y de su influencia en El Gobierno. Por otra parte, había estado viviendo en Israel y mantenía muy buenos contactos con esa parte del mundo.
– Entonces, no fue contratado por sus investigaciones.
– En ningún caso. Era un hombre inteligente y, desde luego, su opinión se escuchaba en los consejos, pero estaba muy mayor. Además, le aseguro que los judíos sabemos investigar. No le quiero atosigar a datos, pero somos el pueblo con más patentes por habitante y con mayor número de nuevas empresas de base tecnológica.
Estaba claro que Mato había jugado un papel circunstancial en la empresa. Así lo demostraba la escasa cantidad de dinero que recibía, lo suficiente como para pagar sus servicios de lobby, pero no como para sufragar una aportación de mayor valor como era la científica.
– ¿Y no podía estar investigando por su cuenta?
–No lo creo. En este sector firmamos unos acuerdos de confidencialidad muy estrictos. Todo el mundo debe acogerse a ellos si quiere trabajar en esta empresa. También yo, que soy el director. Nadie se atrevería a romper esas reglas.
– ¿Qué pasaría si se incumpliesen?
– Lo acusaríamos de espionaje. Las penalizaciones son muy altas.
Mato podía estar espiando a los israelíes y, en ese caso, haber sido víctima de una venganza. O bien podía estar trabajando con ellos en alguna investigación en contra de los palestinos y ser asesinado por ellos. Con esta gente tenía pinta que no se podía tontear.
Pensó en contárselo a Barredo para que echasen un vistazo a estas personas, pero era demasiado complicado. Nadie le creería. Eran la niña bonita del gobierno. También tuvo la intención de poner a Francisco a investigar, pero no daba la talla. Por fin, habló con Trajano. Le dijo lo que había visto y sus sospechas de que igual Mato estaba intentado jugársela a los judíos y había sido descubierto. Tal como eran, le habrían liquidado sin dejar ni una huella.
Trajano no se sintió muy satisfecho con la sugerencia, pero estuvo de acuerdo que no se podía dejar esa pista sin indagar. Le pidió algo de tiempo para ver qué podía encontrar en los archivos de la policía y sobre el terreno.

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