Todos los días tengo presente a la muerte. Empezó con el embarazo y se acendró con el nacimiento de B. No es que tema que alguien muera (aunque sigo revisando que B respira cuando tiene un rato dormida). Es el efecto de saber que no soy la última generación, el efecto de sentir mi cuerpo usado por la vida.
Todos los días tengo presente la intrascendencia de mi persona (o de cualquier persona). Ocurre al mismo tiempo que me sé lo más importante del mundo para alguien cuya vida es lo más precioso que pueda existir. Es como si todo lo viera desde lejos, y apareciera como el acto de una obra escolar.
Silvia Parque