Una mujer camina por una obra en Naypidaw
- Es a la vez el país más rico y más pobre del sudeste asiático
- Se sostiene por la corrupción, las minas, el petróleo y el comercio clandestino
- La mitad de la población vive en la miseria y no hay dinero para educación
Hace décadas era el país del sudeste asiático más formado, en su suelo se encuentran las piedras más bellas del mundo y los rubíes más valiosos. Sus bosques lucen las mejores maderas de teca y tiene, además, petróleo y gas. Sin embargo, la mitad de la población vive en la miseria, no hay dinero para educación y la gente perece de una simple enfermedad porque no se invierte en sanidad.
Birmania, rebautizada por los militares como Myanmar, es a la vez el país más rico y más pobre del sudeste asiático. En la cúpula, el régimen militar que gobierna desde 1962 ha vivido entre algodones y ha engordado su bolsillo mientras en la base de la pirámide el pueblo se moría de hambre. "Toda la riqueza del país está en manos de los generales, la corrupción es una religión", resume Khin Zhin, ex guía de viajes que se vio obligada a exiliarse de su país después de que el Gobierno la encerrara por "enseñarles a los turistas más de lo permitido".
"Los militares se han sostenido durante décadas gracias a lo que han robado. Y ahora que no les queda nada es cuando el país se abre al exterior. No es que les haya subido de repente la fiebre de la democracia. Es la economía la que ha impulsado los cambios", afirma Mireille Bousson, experta en el país de Amnistía Internacional Francia.
El dinero mueve montañas y Birmania, que acaba de abrir las puertas a un proceso democrático, no es una excepción. Ni la revolución azafrán de los monjes en 2007 ni las protestas de una población cansada del yugo dictatorial han conseguido levantar de su trono a los acomodados militares. Hasta que en
El poder de China China es el principal socio comercial de Birmania. Tiene el 80% de los derechos de explotación de gas y petróleo del país y está construyendo un gaseoducto que atravesará el país de este a oeste para llevar energía a Pekín. También es el principal vendedor de armas a Rangún y el mayor comprador de piedras preciosas y de jade. Lo que no se llevan los militares al bolsillo se lo queda el país vecino.
"El régimen birmano se ha dado cuenta de que China es demasiado poderosa y no quiere depender tanto de Pekín, pero la única manera de ser independiente es buscando otros socios económicos y atraer inversores de Occidente", explica la especialista de Amnistía.
Piedras preciosas En la región de Mogok se encuentran las minas de piedras preciosas, una de las principales fuentes de ingresos del régimen. En estas canteras están los rubíes más bellos del mundo. "Es el único sitio que puede explotar jade de buena calidad", dice Bousson. El acceso a la zona está prohibido, sobre todo porque las minas están explotadas por empresas del Gobierno. Según Amnistía Internacional, muy pocas son gestionadas, y disfrutadas, por la población local.
Todos los años el Gobierno celebra una gran feria de venta de piedras, que se venden principalmente a China. Aunque en los últimos años se han hecho hasta tres y cuatro eventos anuales, "muestra de que el Ejecutivo necesitaba ingresos", este año la cita ha sido anulada porque los compradores asiáticos no habían pagado la deuda pendiente del año anterior.
A las minas de oro se une la explotación de los recursos naturales. El petróleo ha sido, y aún es, otro de los recursos del todopoderoso régimen. A través de empresas gubernamentales, explota el oro negro que luego vende a Tailandia y China.
La rentable frontera
Aung San Suu Kyi, recibida con flores a
su paso por Rangún el pasado 8 de mayo
"Tailandia y China están invadidas por una oleada de anfetaminas procedentes de Birmania. Y cerrar los ojos a este tráfico cuesta mucho dinero", explica Bousson, para justificar parte de los recursos que han permitido al régimen birmano mantenerse en pie tantos años.
Otra mina para los uniformados son los casinos que pueblan la frontera y que, por supuesto, pertenecen a la armada. También son los vecinos chinos y tailandeses los que cruzan a diario la frontera para hacer lo que en sus países está prohibido. "Hay pueblos enteros que son casinos y prostíbulos", explica Bousson.
Explotación de tierras ajenas Es imposible saber cuánto dinero se embolsan los militares a través de todos estos recursos. Su patrimonio amasado durante años está velado, pues según Amnistía, "no hay ni una sola cifra fiable" sobre Birmania. Lo favorece el doble sistema de cambio, que ha permitido al régimen multiplicar por diez sus beneficios al vender en el mercado en el curso no oficial.
Los grandes capos tienen el mando, pero los militares rasos también le sacan provecho a la situación y "roban a los vecinos de las poblaciones rurales sus tierras, les obligan a trabajar en ellas para explotarlas y enriquecerse con el fruto de lo sustraído". Es el caso del aeropuerto de la región turística de Bagan, cuyo solar fue expropiado a sus dueños y que, además, se ha construido con trabajos forzados. Sin mano de obra que pagar: coste cero, beneficio infinito para el sistema corrupto.
La factura del Gobierno a cuenta del pueblo suma y sigue. Al dinero que obtienen gracias a la explotación de los aeródromos y de las licencias de vuelo se suman los beneficios de los hoteles y los salones de masaje que pertenecen al régimen. Desde que en 2010 se instaló el Gobierno civil, muchas de estas propiedades se han vendido a los militares, para compensarlos por haber dejado el poder.
"El propio giro democrático hace necesario aumentar el tamaño del pastel porque hay que alimentar más bocas: al Gobierno nuevo, a los anteriores militares a los que hay que contentar... Por eso las inversiones occidentales urgen", según Amnistía.
Reparto a los militares La mayoría de estas propiedades se han cedido a un precio simbólico. Es el caso de la antigua biblioteca de Rangún, vendida a un antiguo militar, aunque también hay no uniformados que están sacando tajada de la apertura democrática. Uno de ellos es Taysa, el hombre más rico de Birmania, explica Mireille Bousson. A él pertenecen aerolíneas, hoteles y empresas. "Soy tan rico que ya me puedo retirar", le dijo el empresario a la líder de la oposición Aung Sang Suu Kyi durante una reunión mantenida recientemente.
Si hasta ahora los dirigentes tenían un buen colchón sobre el que descansar cómodamente, ahora necesitan la ayuda de Occidente para poder seguir alimentando a la bestia. Según Amnistía, hay tres expertos jurídicos que trabajan a destajo para adecuar a toda velocidad la ley birmana a los tratados de derechos humanos y para subsanar el corrupto sistema de doble cambio de divisa poder así acceder a las ayudas del FMI.
De momento, Estados Unidos ya ha dado el primer paso y ha anunciado que flexibilizará sus restricciones para las inversiones en Birmania. Además, el primer ministro, Thein Sein, ha pedido a la ONU que les guíe en la reconstrucción del país y que les mande expertos para poder coger el tren perdido de la economía.
Hace unos meses el embajador de Francia en Rangún pidió a las empresas galas que aportaran su sabiduría al país. "No vengan a invertir porque todavía no es el momento. Tal y como está el país esta opción solo conllevará pérdidas. Lo que necesita el país ahora son consejeros", señaló en una reunión privada con empresarios.
Necesidad de técnicos Birmania necesitan técnicos, ingenieros, expertos que formen a sus profesores y a sus periodistas: "Aporten expertos, hemos estado cerrados tanto años que ahora no sabemos como movernos", ha dicho el propio Thein Sein.
Tanto Bousson, que lleva varios años sin poder pisar el país por haber hablado demasiado alto, como Khin Zhin, exiliada por razones parecidas, advierten que aún queda mucho camino por recorrer: "Aunque ya no son los militares los que gobiernan, siguen siendo sus marionetas. Parece que las cosas están cambiando pero todo sigue igual en Birmania", dice Zhin.
En la misma línea Bousson puntualiza: ha sido el propio régimen militar y no el pueblo el que ha iniciado el proceso democrático que hoy vive Birmania. "El primer ministro sabe que Aung Sang Suu Kyi es la llave para que Occidente levante las sanciones económicas sobre el país y por eso se ha reunido con ella. Ella es la llave, junto con la economía, para que el país se abra a la democracia".
Visto en El mundo.
El artículo está un poco desfasado; siguiendo los enlaces se pueden ver algunas noticias actualizadas, como el "doble cambio" en la moneda, que ha pasado a fluctuar.