El cartel es bastante explícito con respecto a
de qué se trata ése negocio.
Si bien en invierno dan clases gratuitas de tejido y al fondo del local se ven algunos cajones de botones, la vidriera parece indicar que se dedican a vender bombachas, corpiños, calzones, camisetas y medias (y porqué no, algún portaligas o algún babydoll).
El dueño del negocio es cordobés, dice que él inició el negocio y se pasa las mañanas y las tardes parado en el escalón que hay desde la vereda para entrar al local. Saluda y pispea escotes.
¿Estará haciendo un análisis sobre la usabilidad de ciertos productos o pispea de gusto no más? ¿Será el aire de barrio que cría fizgones?