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Aspectos antropológicos del aborto. una visión panorámica. publicado en el número de octubre de 2010 de la revista “hacer familia”

Publicado el 31 octubre 2010 por Biologiayantropologia

ASPECTOS ANTROPOLÓGICOS DEL ABORTO. UNA VISIÓN PANORÁMICA. PUBLICADO EN EL NÚMERO DE OCTUBRE DE 2010 DE LA REVISTA “HACER FAMILIA”INTRODUCCIÓN
La ley del aborto de 1983 fue un quebranto, inimaginable unos pocos años antes. El engendro que salió en 1985, después del fallo del Tribunal Constitucional -por el voto de calidad de su presidente-, poco arreglo tenía.
Una vez destruida la imagen de la bondad del hombre por mor del “progreso”, sólo cabe el deslizamiento hacia la fatalidad. La de ahora, tan pomposamente llamada “Ley de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo” es el resultado de un pastiche monumental. La fábula de la rana en agua. Si la vas caldeando, al principio, se encuentra muy a gusto; luego se acostumbra a estar calentita; si sigues subiendo la temperatura, la rana, finalmente, inadvertidamente, se cuece hasta los tuétanos. Es la historia de la estulticia humana, de la degradación, de lo fácil llamado a paradigma de la modernidad.
EL MUNDO AL REVÉS
No es difícil, en medio de tanto abandono, que uno se pregunte si ha acertado con el bando “bueno”; o si, por el contrario, somos la resaca, el rebufo de todo progreso: lo carca. Como el chiste: “¡Atención a los conductores de la autopista. Hay un señor que va en dirección contraria! El aludido, que lo oye por radio, dice para sí: si sólo fuera uno… ¡hay un montón!”. Tratemos de responder, de tener argumentos, de ver qué subyace bajo aspiraciones de libertad infinita, liberación de la mujer y otros tópicos al uso. Una afirmación que, a mi juicio, retrata a nuestra sociedad, es la que hace unos años manifestaba Julián Marías: la tragedia del siglo XX no ha sido haber Contemplado dos guerras mundiales; ni tan siquiera el holocausto judío; sino la “aceptación social del aborto”. He aquí el desarme moral de Occidente. La no repulsión de una conducta social patológica, rayana en lo abyecto. Cuando la insensibilidad se establece y no se es capaz de distinguir entre una noticia insulsa y la trágica, algo serio nos pasa. Nos hemos deslizado como la rana a los infiernos dantescos hasta llegar a lo que H. Arendt denominaba la banalidad del mal. No se distingue, o no se es capaz de hacerlo, entre lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, lo noble y lo vil. Quizá acabamos de tropezar con el intríngulis de lo que nos pasa: la falta de discernimiento entre la conducta del héroe y la del villano.
¿Qué es lo que se entrevé por esa ventana inmisericorde? La respuesta no es larga, ni difícil de atestiguar: un materialismo indecente, que se convierte en hedonismo puro y duro. Placer sensual a tutiplén. Comodidad a espuertas, dejadez atolondrada, individualismo feroz, sumo
egoísmo compartido. Y a todo esto, se le llama dignidad, derechos, salud reproductiva, incluso se aúpa a los que tales cosas jalean.
MATERIALISMO LIBERTARIO
Kant ya puso alguna que otra base, cuando apeló a la autonomía del hombre: es éste, siguiendo la tradición ockamista, quien, en ejercicio de su libertad, debe darse la posibilidad de decidir si hace el bien o hace el mal. Es la libertad absoluta de decisión. Lo que conlleva también la libertad absoluta de decidir previamente qué es lo bueno y qué es lo malo. Pero tal libertad de decisión choca con la realidad. Se trata de un dilema falso, dominado por la idea del deber, de la obligación, del imperativo: o el hombre se pliega a la moral, a cambio de su felicidad; o bien busca la felicidad, a cambio de la moral. Es la idiosincrasia kantiana que tiene estas cosas tan peregrinas, como ¡si no fuera posible hacer lo que quiero y además que sea bueno y me haga feliz! Es un “pack”. Montherlant lo cuenta en “Las jóvenes”: “su inhumanidad no procedía de que no pudiese experimentar sentimientos humanos sino, por el contrario, de que podía sentirlos todos indiferentemente, a voluntad, como si, para tener cada uno de ellos, no tuviese más que apretar el botón correspondiente. Unos tratan de luchar contra la arbitrariedad sin límites que rige las vidas humanas, otros no tienen siquiera conciencia de ella”. Indiferencia, arbitrariedad, la pasión de una libertad desnortada. Como si una madre, para ser mujer, tuviera que desmadejarse, desmadrarse, deshacerse del fruto de sus entrañas. Como si mujer y madre fueran antagónicas. ¡No estaríamos aquí!
YO HAGO LO QUE QUIERO. MI CUERPO ES MÍO. NOSOTRAS PARIMOS, NOSOTRAS DECIDIMOS. Y OTRAS LINDEZAS
Nietzsche pulverizará definitivamente cualquier atisbo de razón y lo pondrá todo patas arriba. El superhombre es aquel que se ha liberado de toda esclavitud, de toda dependencia, de todo vínculo, de todo compromiso. Que hace lo que quiere: es suprema voluntad de hacerse uno a sí mismo. Muchos de nuestros jóvenes son nietzscheanos 100%. Es el superman, la superwoman, para los que no hay límites ni tabúes. Por la mañana soy delicado con los mininos y por la noche puedo golpear a mi amigo. Es la destrucción extrema del yo y de lo que me rodea, pues todo está en función de mi yo vivido como libertad pasional y compulsiva. Dostoievski declara la auténtica libertad nietzscheana cuando, por boca de uno de sus personajes de “Los Demonios”, afirma que “la libertad absoluta existirá cuando dé lo mismo vivir que no vivir. Esa es toda la finalidad”. ¿No es éste el planteamiento de tantos jóvenes, y no tan jóvenes, cuando se ven abocados a considerar que “sólo se vive una vez” y que “hay que disfrutar a tope”? Si es preciso, acallando la voz de los que no tienen voz. Claro que, con estos presupuestos y la correspondiente indocumentación, muy propia de estos extraños seres, se nos puede decir, sin rubor alguno, que lo que hay en las entrañas de una mujer preñada no es un ser humano, sino tan sólo un ser vivo. De estudiar biología, la actual ministra de Igualdad habría sido inmediatamente suspendida sin contemplaciones, pues no hay ser vivo que no pertenezca a una especie. Y, desde luego, de la mujer en estado de buena esperanza -¡qué admirable es nuestro lenguaje!-, no se espera ciertamente “un atún en aceite”. Resulta bufonesca, si no fuera por lo que es… la pretensión de toda esa parafernalia abortista/feminista que da con sus huesos en lo imposible: equiparar al varón con la mujer, como si fueran boquerones. Va a ser que no. Serlo, lo eres, que lo sepas; pero no pasa nada.
Eugenio D’Ors, de vez en cuando, le daba a leer alguno de sus artículos a su aya; y le preguntaba: “¿Está claro?”. Si contestaba que sí, él añadía: “oscurezcámoslo”. Ese radical feminismo hace un flaco favor a la causa de la mujer, oscureciendo su belleza. Porque, si no hay hijos, no hay futuro.
MIEDO AL FUTURO
El futuro es ese crono devorador del presente. ¿Para qué traer hijos a este mundo? ¿Para que sufran? Claro, ¡los niños son el futuro! La sola presencia del niño, me hace “viejo”. Y el futuro de un materialista sólo se compone de presente: ¡carpe diem! Disfrutemos ahora: comamos y bebamos, que mañana moriremos. Que la vida sólo se vive una vez. ¡A jugar! Esto es el aborto. Un juego trivial. Machismo de quien no quiere responsabilidades y de quien pretende destruir insensatamente el núcleo duro de la personalidad. El Estado, constituido en señor feudal, se arroga el sinderecho de disponer de los bienes y la vida de sus súbditos. Y si alguien protesta, no sale en la foto; y si es necesario, se le reeduca en las cárceles psicológicas de lo políticamente correcto. Es un peligro social: un fundamentalista; y ha de ser confinado en su privativa conciencia. Es la inclinación a la tiranía que persiste ineluctablemente en todo poder y en toda persona. Hay que hacer creer a la gente que lo bueno es malo; y que lo malo, es bueno. Este es un sistema que produce óptimos resultados a temperatura conveniente. Decimos, dicen, que lo legal es moral, puesto que la ley lo permite. Se pierde el norte, la personalidad se desequilibra, la conciencia se diluye, se entra en la burbuja virtual. Pero la burbuja real, es la burbuja de la vida. El no matarás está tan inserto en nuestro ser -teísta o ateo- que constituye el fundamento de todo orden personal, familiar, social. Cuando esto se pierde -"yo no lo haría, pero no obligaría a otro a no hacerlo"- es que no quedan más que bandas sectarias. Ahora vuelvo a la pregunta inicial: ¿estamos en el lado “bueno” o en el errado? Cuestión crucial. Su respuesta, el futuro de nuestra civilización. Que nadie nos lleve a engaño. La tragedia del aborto, no es por los muertos, sino por los vivos.

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