Publicado el 16 enero 2017 por Ana Muñoz Cubero
@ContarEnBreve
Se miró al espejo como cada mañana. La imagen no le desagradaba pero tampoco le satisfacía. Era una persona de mediana edad con un matiz de tristeza en el rostro que delataba retos por cumplir. La casa estaba en orden y silbaba la tetera en la cocina. La luz de las ventanas avisaban del nublado y recordó que enero es el mes que mata a los viejos. Luego pensó en la inmortalidad. Con la taza de té entre sus manos oyó en la radio algo sobre la criogenización, panacea de la vida eterna. Su vida era triste y solitaria pero era los suficientemente apetecible como para dejarse caer en los brazos de la muerte, así sin más. A mediodía había rellenado más de una docena de formularios.