Atardece

Atardece... luz pura que asoma
entre nubes ebrias de cada conciencia.
Tormenta velada... que en mi cárcel
nunca cambia nada.
Sólo una paz, sólo una calma: tu palabra.
Tú cárcel son los dedos delante de la cara;
barrotes, sombras que impone tu mente
en medio de la realidad más vana.
Mi prisión son los huesos, transparentes a tu mirada.
Mi condena los enfados, que entre las nubes aguardan.
La libertad siempre se dibuja en pinceles
que otros atesoran, limpian y guardan.
Mas nuestros cuadros se estampan
a base de velas y tintas que al azar estallan.
Son los poros de las piedras
los que sufren en tromba las mareas,
los oídos de la mente que atormenta...
Son los hoyos que gota a gota se pergeñan
taladrando la estabilidad emocional de los poetas...
Son los soles campesinos que con sus palabras
ciegan, siembra que quema la tierra;
siega, que afila sus guadañas.
El destino no lo marca el camino
sino la intensidad de la pisada.
Deja que la lluvia te empape,
mantente en pie en mitad
de la tempestad dorada.
Deja que se aparten las monedas,
la avaricia, la envidia, el egoísmo...
sólo son un espejismo para fabricar esclavos,
que amamanten edenes minoritarios.
Muere, sin ser otro...
y bajo el barro oscuro de tu cauce,
renacerá el brillo de la plata.
No hay paz con el hambre en cada esquina.
No hay guerra... si el amor nos encarama.
Chema García