Revista Diario
Atardecer
Publicado el 15 octubre 2014 por LaikaEra una tarde cualquiera, en un lugar cualquiera, en un pueblo cualquiera...
Amenazaba tormenta y una luz azulada iluminaba los prados. A lo lejos se veían las siluetas de las casas donde seguramente las familias disfrutaban de una tranquila tarde de otoño al calor del hogar. Atrás habían quedado los días del verano y los largos paseos a la orilla del río.
Él, caminaba deprisa, las manos en los bolsillo, la mirada perdida en la lejanía.
Había salido de casa muy temprano. Necesitaba tomar aire puro y, un deseo incontrolable de salir al exterior, le había llevado a caminar largo rato sin tregua ninguna.
Señales de sudor recorrían su frente sin recato alguno. Iba inmerso en sus pensamientos íntimos, como rumiándolos para sus adentros.
Alguna vez le pesaba la soledad a ratos y se rodeaba de amigos con los que compartía sus temores. Pero la mayoría de las veces era amante de su tiempo, de su persona, de sus proyectos... y se le podía ver solo, a su manera.
Dicen que alguna vez estuvo enamorado.Y se cuenta que amó con intensidad a una mujer, que un atardecer sin mediar palabra, le abandono.
No vio llegar su infortunio. Vivía confiado.
Controlaba lo inmediato con brillantez, sin percatarse ni un ápice de pequeñas sombras de futuro.
No, no tenía mala voluntad, era bueno, honrado, cariñoso, solícito, trabajador, amante...
Muchas veces se preguntaría a si mismo, cual habría sido su fallo sin encontrar respuesta alguna.
¿Se le acabó el amor? ¿ Se habían marchitado sus sueños? ¿Se había enamorado de otro?
Ella, simplemente se fue.
Nunca llego a percatarse de la angustia vital que la corroía y que se reflejaba en una actitud pasiva a lo largo de los días.
"¿Quien puede entender el corazón humano?"- se preguntaba en sus noches en vela-
De repente, se había quedado como flotando en el aire cual marioneta movida por los hilos de un destino burlón .
Sin ganas ni fuerzas para reponerse de su fracaso y el alma rota, llena de preguntas, necesita aliviar su pena y caminar, caminar...
Pone en cada una de sus pisadas un hálito de esperanza.
Si el atardecer se llevo todo, quizá la brisa de la tarde, le traiga un nuevo atardecer.