Molinari no se decidía, el de caoba era imponente pero aquel con detalles en metal llamaba su atención.
¿Puedo probarlo? preguntó a un atónito vendedor que aprobó luego de sopesar las palabras varias veces. Molinari abrió el ataúd con los detalles y se metió dentro. Cerró y abrió la tapa varias veces. Luego fue hasta el de caoba e hizo lo propio.
Me quedo con éste, dijo y extendió un cheque. "Tiene la fecha de ayer, descuide, es un mero detalle, fondos sobran".
Don García - interrumpió un empleado -, una tal Sra de Molinari lo espera en la recepción. Parece ser que anoche se suicidó el esposo y quiere ver ataúdes.
García giró sobre sus talones y descubrió que estaba solo. En su mano, la tinta sobre el cheque aún estaba fresca.