Revista Diario
Atrapada entre mis miedos y mis propias normas, como un policía que desea ser corrupto pero se lo impide su deber. Atrapada entre dos mundos; el real y el utópico. La realidad me recuerda cada día mi triste situación y la utopía me libera del calvario proporcionándome una vía de escape para vivir lo soñado. Son muchos los entresijos de ser una escritora frustrada que intenta labrarse un futuro en una época malavenida y en un mundo de enchufismo y vanidad. Por una parte está el amor propio, el cuál me sirve para no caer en la desidia de luchar y no ganar, y en el otro bando se encuentra la cruda realidad, que se encarga de bajar mis expectativas logrando desanimar a mi persona. Entre lo positivo de mi ser me quedo con mi perseverancia y mis aptitudes, tales como la comprensión verbal y escrita, el razonamiento espacial, la memoria, la concentración mental y la destreza manual. Entre lo negativo me quedo con mi situación actual; con quince años tenía la plena convicción de que a la edad de veintitrés sería una psicóloga de prestigio, una mujer totalmente independiente, con su propia casa pero casada y con un hijo, creía que las cosas serían fáciles si daba el cien por cien de mí en mi vida académica. Pero nada más lejos de la realidad, han pasado diez años y sigo imaginándome mi futuro, ahora me veo con treinta y tres años trabajando como empresaria para llevar adelante mi chalet, mis hijos y mi marido, una mujer independiente y un ejemplo a seguir para el resto. En resumidas cuentas, sigo atrapada entre mi vida real y mi vida imaginaria. Sin embargo, no tiro la toalla, sigo convencida de que mi futuro será mil veces mejor que mi presente. Confío en la capacidad de los españoles para superar esta maldita crisis que lleva implantada en nuestros hogares cerca de cinco años. Confío en mi suerte y, sobre todo, en mi inteligencia que algún día hará que deje de ser una mujer atrapada por las circunstancias.