Aún me duele ese cáliz de la vidaque apuré de otros labios dulcementey recuerdo la tarde en que mi mentese nubló para siempre entristecida.
Tengo aquí las secuelas, y la heridadel espino clavado cruelmente,por la rosa soñada y diferenteque creí que era el fruto de la huida.
Un suspiro se escapa de mi pechoy va a ti, corazón enamorado,que le esperas con lágrimas saladas.
Quiero ser ese hombre, que en el lecho,sea el niño, paciente y entregado,que renueve tus brasas apagadas.
Rafael Sánchez Ortega ©10/11/14