Se cruzan cada mañana. A las 7:32a.m. se buscan con disimulo, se miran en la distancia, caminan el uno hacia el otro a paso tranquilo para no desvelar las ansías de ver al otro.
Ella piensa que él ronda los cuarenta y poco, él que ella está por los treinta y algo. Los dos están en lo cierto, aunque ninguno lo sepa. Porque desconocen todo él uno de la otra, sólo que cada mañana pasean a su perro.
Comparten el amor a su fiel compañero y un “hola” mañanero. Tan sólo eso. Al menos de momento.