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Australia: una semana en Sydney

Publicado el 06 enero 2010 por Vagabond
Australia: una semana en Sydney
He aquí el segundo capítulo sobre mi viaje en el continente rojo. Partiendo de Tokio, dirección Sydney, es un paso obligatorio la costa este de Australia que ofrece un panorama único. Hallamos la selva de la zona Norte de Port Douglas y Cairns y luego se pasa sobre los Whitsunday 74, unas islas tropicales casi despobladas situadas en el medio de la barrera coralina más grande del mundo. Como podrán imaginar, hay playas; no se ve más que playas interminables y vegetación. Nada anuncia la ciudad, luego a un cierto punto se divisa la bahía inmensa, los rascacielos, la metrópoli… Australia es así, tiene la magia sorprendernos desde lo alto. Después del largo viaje que comprende sus buenas 24 horas de vuelo se arriba a la tierra australiana.
Sydney, por muchos años ha sido considerada como la ciudad con la mejor calidad de la vida del mundo. El aeropuerto es modernísimo y funcional; se despachan velozmente las formalidades de inmigración. Los aduaneros también son simpáticos, cuando vieron mi pasaporte italiano me dieron la bienvenida en español y me desean (siempre en español) una buena permanencia. En aquella etapa no conocía el idioma español por lo cual le respondo en inglés que soy italiano y no español. El aduanero decepcionado me responde que solo intentaba ser simpático ya que estaba tomando lecciones de español. En la escuela le habían dicho que español y el italiano eran muy parecidos... luego me saluda en inglés.
Saliendo del aeropuerto se tiene que pasar nuevamente por el detector de metales, lo cual me recuerda que es el único país en el mundo que tiene tan extraño sistema a la salida del aeropuerto. Los australianos están muy preocupados por todo lo que se pueda importar en el país. Me recuerdo que sobre el avión nos hicieron rellenar un módulo sobre la inmigración y además una ficha donde preguntaban si antes de partir caminamos en algún terreno que pudiese contener especies vegetales o insectos, parásitos, que podrían quedarse adheridos a la suela de los zapatos. Probablemente se debe a que Australia es el país con el más alto número de especies endémicas por lo cual introducir cualquier parásito inexistente podría alterar el delicado equilibrio ecológico.
Australia: una semana en Sydney
Tomo un taxi y voy al hotel, es tarde y deseo descansar. Mi hotel queda a pocos pasos de Darling Harbour, el famoso centro comercial y a 1 kilómetro del Circular Quay, la estación de los ferrys locales. Por supuesto, antes de llegar a Australia me estudié bien los mapas y decidí visitar la ciudad sin coche, valiéndome de los transbordadores y caminando. Sydney tiene un metro sobreelevado, moderno, futurístico, pero los medios públicos más usados son los ferrys. La ciudad se encuentra bien distribuida y diseñada, la mayoría de los barrios se asoman a esta bahía inmensa por lo cual los ferrys llegan a todos los puntos esenciales de la ciudad. Es casi como Venecia, sólo que los ferrys son mucho más grandes y veloces.
Les aseguro que ir de una parte a la otra de Sydney navegando por la bahía es una de las experiencias más bellas, los panoramas que se van alternando son fantásticos. Los rascacielos dejan espacio a bosques y a prados verdes sobre el mar, se ven barrios de chalés blancos con los pequeños jardines, más allá aparecen los edificios históricos y luego más verde y villas inmensas aisladas sobre el mar con sus respectivos muelles privados.
Australia: una semana en Sydney
El día siguiente de mi llegada me levanto y me lanzo al descubrimiento de la ciudad. Voy inmediatamente a Darling Harbour y descubro que es nada más que una interminable serie de tiendas para turistas sobre el mar con sus consabidos restaurantes y cafeterías. También hay una sala cine 3D dónde proyectan documentales culturales sobre la naturaleza del continente y la historia del pueblo aborigen. En los días siguientes descubro cuán acertada fue la elección de moverme por Sydney caminando. La ciudad es bellísima, calles inmensas, rascacielos que se alternan con pequeños y grandes parques por todos los sitios. Parece que aquí, más que en cualquier otro sitio, se aboga por el desarrollo sostenible. Cada 500 metros hay un área verde con prados, árboles, recorridos por el jogging y personas que practican actividad física o que sencillamente sentadas en un banco disfrutan de la lectura de un libro.
Voy a todos los sitios caminando, un par de días lluviosos los paso en un museo y en el instituto de arte moderno. Luego me muevo hacia las playas más famosas: Manly Beach (indudablemente la más bonita y comercial), Bondi Beach (la más famosa, al estilo riminese donde se puede hacer Shopping y por aquella etapa navideña hasta los socorristas llevaban la capucha de Papá Noél). No obstante de la estación, hay un calor sofocante, el día después no olvido la crema protectora.
En los días que siguen continúo la visita de la ciudad, un australiano que conocí sobre el avión me aconsejó ir al barrio The Rocks dónde hay muchos locales interesantes que ofrecen música en directo. Voy al Opera House, el famoso teatro en forma de vela sobre el mar, de cerca es verdaderamente sugerente, a sus hombros muestra un inmenso parque verde en el corazón de la ciudad. Hay decenas de hectáreas de árboles y prados bien cuidados e incluso un baobab enorme. Luego aparecen algunos lagos y alguna que otra especies de pájaros extraños. Vale aclarar que animales extraños hay por doquier. El zoológico local, uno de los más grandes y más bellos del mundo, amerita una visita para apreciar los animales singularísimos, aparte de los famosos koalas y canguros. Allí descubrí que los canguros existen en todas las tallas, de los más pequeños parecidos a los conejos hasta los más grandes de tamaño humano.
También conocí una anécdota divertida: el sentido de la palabra canguro (kangaroo) en lengua aborigen, literalmente significa "no entiendo un c.... o de lo que estás diciéndome."
Cuando el comandante James Cook (el almirante que llegó sobre el continente después de haber descubierto media polinesia y haber atravesado los mares del sur) se encontró con los canguros les preguntó a los aborígenes de la zona cómo se llamaba aquella extraña especie animal. Evidentemente, los aborígenes australianos no sabían hablar inglés por lo cual respondieron en su lengua natal “kangaroo" que literalmente significa "no entiendo un c... o de lo que estás diciendo". Cook, obviamente, interpretó esta respuesta como el nombre que le daban al animal. No era así pero igualmente estos animales fueron bautizados con el nombre que se les conoce en la actualidad: canguros.
Australia: una semana en Sydney
En el avión también conocí a un joven que vivía en París pero que regresaba a casa para las fiestas de fin de año. Me invita a su casa y conozco a su familia australiana, son simpáticos y me recuerdan a los norteamericanos por la forma en la cual se relacionan. Por vez primera pruebo la carne de canguro y de cocodrilo, no son del todo malas.
Acaba velozmente mi estancia en Sydney, he decidido hacer solo una semana en esta ciudad. Las próximas semanas le daré en Gold Coast, Queensland. He reservado un piso sobre el mar en Surfers Paradise. Dejo Sydney muy a mi pesar, es de veras una bonita ciudad, abierta, dinámica, espaciosa, hiper tecnológica pero a la vez encierra muchos espacios verdes.
Así, voy al aeropuerto, embarco los equipajes, paso el check in y me olvido de decirle que tengo el portátil en la mochila. Terrible error, inmediatamente se disparan los controles aduanales, me explican amablemente que la portátil debe ser extraído del bolso. Ahora ya lo sé. Voy al embarco y me siento a esperar mi vuelo, para engañar el tiempo leo un libro. Llaman mi vuelo y me levanto para ponerme en la fila de embarque. Se parte por "Coolangatta", el nombre aborigen de la ciudad del Gold Coast dónde tiene sede el aeropuerto más cercano a Surfers Paradise mi destino, a pocas decenas de kilómetros y al sur de Brisbane.
Pero ésta será la tercera parte de mi historia...

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