Gracias a Dios, B está bien; pero está baja de peso y necesita recuperarse lo más pronto posible. Su nueva pediatra ha dado quince días para implementar alguna estrategia con la lactancia materna, antes de tratarla por desnutrición. El pediatra1 dijo que le andaba faltando como un kilo. Es un médico al que siempre estaré agradecida por la atención oportuna que le dio a mi niña de recién nacida, pero no me gustó su abordaje de la lactancia. Desde el principio, sugirió completar con fórmula y tés. Nunca hice caso en eso, y finalmente, cambié de pediatra ahora que me dijo que ya era una indicación: que dos o tres biberones con fórmula al día, porque de no hacerlo, arrastraría un problema. Yo entiendo que el peso bajo es un asunto serio, pero con su actitud no parecía considerar también un asunto serio, preservar el amamantar.
Según la nueva pediatra, un bebé que necesita mayor nutrición, con mayor razón necesita de leche materna. Me advirtió que si lo que vamos a hacer no funciona, habrá que darle fórmula, pero no como indicó el pediatra1, sino con mayor concentración y con no sé qué otra cosa que se le pondría al biberón. Tal vez parecería que ambos médicos consideran fundamentalmente lo mismo: que está baja de peso, y que hay que echar mano del recurso de la fórmula; pero no es igual cuando hay un interés por preservar la lactancia materna, y conocimiento actualizado sobre el tema: ni agua, ni tés, ni nada más que leche para los bebitos amamantados, hasta los seis meses...
Así que estoy en medio de un plan integral: me alimento mejor, lo cual implica hacer compras diferentes, y resistir al llanto de B cuando tengo que dejarla para preparar algo y comer; tengo a la mano botellas de agua para asegurarme de estar tomando al menos tres litros al día, y pronto empezaré con todo un kit de suplementos, por si faltaran nutrientes en lo que como. Pero lo más importante ha salido del consultorio de lactancia. Porque ahora existen consultorios de lactancia. Al que fui, comparte espacio con un centro Montessori, así que todo era muy lindo. La doctora es médico, diplomada en lactancia y crianza, y encontró un problema anatómico en el paladar, por el que la succión de B es débil: por eso tarda mucho en cada toma, y le falta leche. Dijo que mi niña es muy paciente y trabajadora; ha estado haciendo un gran esfuerzo por alimentarse todo este tiempo, pero necesita ayuda. (No es indispensable que suba un kilo entero.)
Hoy empezaré a extraerme leche y se la daré mientras mama, con un relactador. Como no podré tenerlo hasta la noche o tal vez hasta mañana, empezaré la nueva temporada de alimentación con una jeringa. Si no nos acomodamos con estos artilugios, usaría biberón: es el último recurso, para tratar de que una vez bien de peso, ella vuelva a tomar simplemente de mi pecho. Mientras escribo, pienso en Matt, y me doy cuenta de que no estará nada mal si B acaba tomando mi leche con biberón; ya me ha dado una experiencia maravillosa con estos meses prendida a mí, y se trata de lo que sea mejor para ella. Pero creo que hay gran probabilidad de que todo funcione como deseamos porque es una niña muy fuerte: si así, tiene energía y no deja de esforzarse por comer, en cuanto esté tomando leche extra -con el relactador-, estará mucho mejor y al rato suplirá lo que la forma del paladar le hace perder en succión.
Han sido unos días muy ocupados, y no parece que vayan a dejar de serlo, pero creo que me voy adaptando al hecho de que la vida no se detendrá un poquito a que yo tome aire y me organice: surfearemos por el día a día.
Silvia Parque