Revista Fotografía

Avilés está de moda. Por Max.

Publicado el 07 abril 2011 por Maxi

En los tiempos que corren es muy necesario indignarse, diría que es vital permanecer indignado y gritar muy fuerte contra la indiferencia, pero… no todo se va reducir a pasarse el día encabronado por tanto político cínico, hipócrita o vendido -ya que peligras terminar con una úlcera del tamaño de una boina- Es más positivo que confiemos en que los ricos comiencen a pagar impuestos, al fin y a la postre son ellos los que más pueden perder -el que nada tiene poco puede perder- ya que en un plazo no muy largo -si así no lo hacen- se tendrán que enfrentar a revoluciones en todas partes. Mientras esperamos que nuestro queridos y mimados ricos, entren en razón, y lleguen al convencimiento de la necesidad de aflojar la cartera voluntariamente, o nosotros salgamos del letargo en que permanecemos sumidos y se lo demandemos, cargados de razones más contundentes.

Está muy bien pasear por los montes alejado del mundanal ruido, pero hay veces que apetece perderse entre los recovecos de esas madrigueras donde habitamos, y uno de esos rincones preferidos por mi compañera y un servidor –será por que allí nos conocimos, haz la tira de años y que da pie a que recordemos nuestro años mozos- es Avilés.

El sábado lo habíamos pasado trotando por las inmediaciones del río Infierno y el domingo con la disculpa de las jornadas del atún rojo, reservamos mesa en la Dársena de Fernando, restaurante situado al píe de la escalinata que te lleva al Niemeyer. En otra ocasión habíamos tratado de degustar su cocina, pero no tuvimos oportunidad, así que esta vez actuamos con anticipación para procurarnos mesa. El resultado fue a plena satisfacción, después de un aperitivo, de primero degustamos unas longanizas de Avilés, fritas y rellenas de fua que estaban para chuparse los dedos, el segundo fue el consabido atún rojo que daba nombre a las jornadas y que estaba en su punto, terminando como no podía ser menos con el siempre dulce postre.

Todo el mundo lo reconoce, Avilés está de moda. La verdad es que el cambio observado de hace cuarenta años a la actualidad es abismal, alguien que la recordase de entonces ahora no la reconocería. De la permanente niebla Ensidesera de entonces y del hollín llenándote de chorretes la calva, pasamos a un aire casi limpio y a poder contemplar y disfrutar de unas calles y edificios preciosos. Antes no podías arriesgarte a abrir del todo los ojos por miedo a que la carbonilla ambiente se te clavase en ellos.

Y como la semana que viene hace cuatro años que escribí unas letrucas –las había titulado: “Bandidos y banderas”- dedicadas en aquella ocasión a los pperros, visto lo visto están de actualidad, y dado que considero que son la misma mierda, el partido de los pperros tanto como sus hermanos en el desgobierno, el de los socialistos, hoy se las dedico a ambos, ya que en calidad de cómplices, herederos y continuadores de lo que dejó bien atado el “Quicaro Sanguinario” alias “Patas Curtias” –no nos engañemos- tan añorado por muchos de los fieles seguidores de entrambos escombros políticos.

Solo el verles la cara te corta el aliento, son unos muertos muy vivos, puros fósiles, caminan en manada o van en bandadas, los delata su helada sonrisa, el rictus amargo que adorna sus jetas de pocos amigos. Se deslizan lentamente con pasos cortos y acompasados, arrumbados por la tradición y el peso de sus muchos años. Portan pancartas contra el que gobierna. Gritan mucho sin saber por que, y cantan cansinos sortilegios, acompañados de marciales músicas de viento.

Desde que el padrecito patas curtias los abandonó –agravado el mal de unos por la posterior renuncia de su mínimo fhurercillo, y la de los otros por la del ZP- son incapaces de dejar de hollar con sus torpes pasos las calles de su España, y tienen una manifiesta querencia a la plaza de Oriente, sin duda reminiscencias de gloriosos tiempos pasados.

Piensan que ZP o el Rajoy los relegó a la retaguardia y eso bien podría destrozarles el alma, en el caso que la tuviesen. Muestran bigotes recortados, manos finas acostumbradas a manejar la fusta, el palo de golf, y a vivir de los dineros afanados y sudores del prójimo. Pasean los ajados galones de alféreces provisionales, fueron en su día diligentes somatenes y marchan cogidos del brazo de rancias abuelas de mucho rezo, poco y lejano goce, escapulario y reconfortante confesión diaria, y aunque unos hayan abandonado la negra mantilla y los otros la chaqueta de pana, se siguen adornando con vistosos collares, pesadas pulseras de pedrería y con banderitas en las muñecas. A pesar de sus muchos quebrantos, todavía se mantienen altaneras y altaneros, con la tiesta tiesa.

Puede que el aguilucho y la rosa se les haya desteñido un poco, pero esos trapos con los malditos colores, ofenden, -roxu, amariellu, roxu- produce asco tanto y más por lo que representan y destilan -lo más carca y retrógrado ¡pasado tenebroso, puro fascio y muerte!- como por su añorado dictador y sus apadrinados parásitos Borbones –generales de la guerra por desgracia divina- herederos pasados y presentes que nos hace recordar y volver a padecer.

Aunque las montañas nevadas no son lo que eran, ni ellos permanezcan todo el tiempo cara al sol, ni mirando a Rodiezno como solían. Enarbolan con sádico y fálico furor la rojigualdiroja, acometidos de un irrefrenable ímpetu digno de mejores causas. Nos la restriegan a todas horas por la caja tonta. Las portadas de los falsimedios con ellas se rellenan. Ahora sé que no es mi bandera, ni me representa, ¡hasta aquí hemos llegado! la detesto y desde ya prometo pasar de: pelos engominados, cortes orgánicas, horas del ángelus, arriba España, capitales imperiales, a mí la legión, guerrilleros de cristo rey, aires de grandeza, cejas levantadas, prietas las filas, banderitas en el reloj, sumisión a los mercados, ni recias ni marciales, bajadas de pantalones.

Españas azules y de la rosa, crucifijos en las escuelas, tantas santas pascuas, sargentos chusqueros, brazos incorruptos, gaviotas de vertedero, rosas con espinas, santas teresitas, rosarios falangistas, adictos al régimen, ondear por la fuerza colgaduras en los balcones, cristofascistas, palios y parafernalias de las jons, cortes de pelo aliñados con ricino, desatinos siniestros con destino en lo universal, bendiciones de armas, mensajes de navidad, actos de afirmación nacional, espadas vencedoras, desfiles de la victoria, bulas y burlas, oscuros confesionarios, trogloditas zaplanescos, curas pederastas, procesiones del silencio, Isabeles Católicas, abuelos procuradores, callar por chitón, grandes pendones y pendejos, por la gracia de Dios, botas y correajes brillantes, Santiagos Matamoros, humillación y diestra victoria, patriotas por cojones.

Mientras el resto de los mortales en la piel de este ajado toro descabellado, pensamos en comer y en su defecto como: mejorar la calidad de vida, conseguir una enseñanza laica, una sanidad acorde con los tiempos, dejar de pagar diezmos, una vivienda digna, un empleo gratificante, igualdad de trato entre los sexos y culturas. Nos mueve la esperanza de llegar a conseguir democratizar el poder político, pero estamos seguros que nunca lo lograremos con los banqueros, los pperros y los socialistos, habría que abolirlos por ley y empezar nuevamente de cero.

Que ninguna bandera justifique un solo muerto. Las banderas deberían ser solo aquello que representan, el morado emblema del feminismo marca el creciente protagonismo de la mujer, y quizá por que amamos a las muyeres la tricolor es la que nos pone, es y será para siempre nuestro emblema, nuestra enseña, el 14 de Abril nuestro santo y el tonillo callejero y liberal del himno del Riego nuestra música.

Y llego un año más, reviejo y cansado, eternamente esperando otro catorce de abril, aunque me consuelo con que en mis oídos nunca se apagarán los sones de “Banderas de libertad” (Flags of freedom) cantada por Neil Young. Las verdaderas banderas se llevan calladas en el corazón, no es necesario agitarlas al viento, y nos acompañarán a la sepultura.

Pulsando aquí encima, el video de la canción de Neil Young

A continuación unas asemeyas de Avilés

Avilés está de moda.   Por Max.

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