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a Pilar Fernández G.,
con gratitud
Cómo no he de sentir pena por tiempo tan bien vivido, si lo que en verdad me apena es que ese tiempo se ha ido, y me deja el alma llena de un sendero recorrido, de una experiencia que es plena convicción de lo aprendido, de un cante jondo que suena a grito en el pecho hundido. Pasión gitana es la pena que trastorna mi sentido, y otra pasión es condena de un amor que ya es olvido. ¡Ay, pena, penita, pena! Corazoncito partido, entre dos tierras, la buena es donde más se ha querido, pero vívido en la vena de ésta me llevo el latido, el olor de la azucena, la sangre del toro herido, de Madrid, la fiel camena y el azul cielo infinido, de Castilla, la serena espiga del trigo erguido, y la verde yerbabuena del Al-Ándalus florido. ¡Ay, pena, penita, pena! Si es de todo bien nacido la gratitud virtud buena, nadie más agradecido. Con media proa en carena y medio popel hundido, más náufraga que sirena, derrelicto desmarrido, sepulté bajo la arena mi mal de amor desmedido. Al sur la costa morena, al norte el mar aterido, y pensar que en tierra ajena hallé lo que había perdido.
Escrito en el "ala norte" de la calle Vizconde de Matamala, Madrid, noviembre de 2002