Revista Talentos

B come de todo

Publicado el 22 agosto 2016 por Sylvia
Hoy, mi niña probó el licuado de fresa. Conocía el licuado de mango y de mango con plátano. Amo cómo cada día conoce algo nuevo, y con la comida es especialmente divertido.
Hace poco probó el ajo. Había comido platillos con ajo, pero no un diente de ajo, así: solo. Yo estaba rebanando uno para cocinar y ella insistió en que quería, a pesar de mis advertencias. Se lo di y se lo comió; bueno: lo mordisqueó, se entretuvo con él un rato y comió un poquito. No le hace el feo a nada. Es genial verla comer limón: pone caras pero no se detiene.
Dicen que cuando crecen empiezan los remilgos. Hoy me ofreció de su cebolla y le dije que no me gusta. Me dio pena porque me gustaría que no tuviera el "dato" de que la buena comida puede no gustar; pero sería un sacrificio para mí darle una mordida a la cebolla (se la pasé a su papá, quien se la comió con gusto). Claro que sucede, a veces, que hay cosas que no quiere; pero nunca ha puesto cara de disgusto cuando no le interesa comer algo: nada más no quiere; se lo ofrezco tiempo después, y siempre sí. Excepto con la médula: eso sí que le disgustó.
Ayer le decía a mi abuela, por teléfono, que ama los huevos cocidos pero no se come la yema; no es que no le guste el sabor: no le gusta la sensación. Se emociona mucho con el huevo. Trato de que no los vea hasta que están listos porque si los ve, los quiere en ese momento; es poco creíble que "todavía no están listos", si están igualitos que cuando ya se cocieron. Ayer, apenas hube pelado uno, se lo di entero -normalmente lo parto en pedacitos-. Se lo comió a mordidas con todo y casi toda la yema. Así que de ese modo, la yema sí.
El día que la pediatra notó que era hora de cambiar a las gráficas de talla y peso para niñas con S.T., pude volver a mi entera despreocupación por su comida. Si come poco, comerá más al rato. De cualquier modo, iremos con una gastropediatra para asegurar que todo el proceso de su alimentación esté funcionando bien. Así es la cosa: visitamos un abanico de especialistas. Gracias a la generosidad de su abuela, no tengo que preocuparme por lo que eso cuesta. Gracias a Dios, siempre encuentran que todo está bien.
Silvia Parque

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