¿Recuerdan que B no es Emily?
Una amiga nos invitó al parque. Ella, su niña, B y yo, iríamos a un parque grande muy bonito que queda más o menos cerca de nuestra casa, pero al que solo hemos ido dos veces porque sin coche es una lata. ¡Un lujo! Sin embargo, mi amiga se puso guapa y a la hora de la hora, fuimos al parque de los parques de la ciudad: un lujazo.
Podría extenderme en cómo B disfrutó lo que disfrutó y cómo experimentamos lo que no disfrutó; pero lo que quiero asentar es la enorme diferencia entre las niñas. Mi amiga puede caminar mientras su hijita, a la que llamaré C*, camina a su lado, hacia donde ella le conduce; C acepta andar el camino simplemente yendo hacia un lugar. B se detiene, explora, quiere ir tras lo que le llama la atención; hay que llegar hacia el borde, probar esa esquina, ver lo de más allá. Mi amiga puede concebir que yo me detenga a tomarles una foto porque ella podría detenerse a tomarnos una, con C por ahí sin alejarse. La supervisión que B requiere en un espacio abierto implica mi completa atención todo el tiempo. C está conforme mientras su mamá ve atracciones para mayores. Para B, la idea de ir al parque es subir, bajar, correr, trepar y todo lo que sea moverse, tocar o cualquier manifestación contraria a estarse quieta.
Para mayor información, la hemos pasado fenomenal. Lo último que dijo B antes de quedarse dormida fue: parque, árbol, lago, pato.
* C tiene seis o siete meses más que B; se conocen desde que B acababa de nacer.
Silvia Parque