La antigua tradición local consiste en utilizar a un chico joven como esclavo sexual y es frecuente entre los jefes de guerra, militares y policías, pero también entre algunos políticos y otras personas ricas e influyentes.
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Seguramente una gran cantidad de musulmanes también se escandalizará ante este dato. Pero Afganistan recién ahora busca regular una costumbre arraigada. Y la coalición internacional tutora de esta rara democracia parece no haberse enterado.
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