y movilizar nuestra mente y nuestro corazón.
Sin embargo, bailamos inconscientes un frenético vals sobre el magma convulso que nos rodea.
En la falda de los montes que escupen incandescentes becerros de oro bailamos frenético vals. A la luz de los volcanes bailamos patético simulacro de lucidez.
Reímos dichosos mientras las blasfemias del monte levantan nuestros pies con violencia y en el cielo surgen muecas que ridiculizan nuestras hazañas.
Bailamos. Conscientes abrimos los pozos del infierno. La tierra eructa polvo de azufre que estrangula el aire. Bailamos frenético vals.
Perdido el miedo, las flores encendidas que ambicionamos llueven sobre nuestras cabezas cotidianamente y bailamos, bailamos frenético vals.