Bailando yoga en Navarra

Publicado el 15 septiembre 2010 por Nmartincantero

¿Bailar yoga? ¿Meditar mientras subes un cortafuegos, descalzo por más señas? ¿Elevarte por los aires como un pajarito, impulsado por un compañero? ¿Bailar como lo haría un niño de tres años? ¿Como un anciano de 90? ¿A cámara lenta? Estas son algunas de las actividades que uno hace cuando llega a Yoga Witryh en Navarra.

Si es que llega: tras haber recorrido varios kilómetros de pista, pensé que se trataba de una inocentada y que, al final, el todoterreno caería por un precipicio. Así de remota es esta escuela en el prepirineo que a Xabier Satrústegi, su fundador, le costó 20 años encontrar tras recorrer media España en busca del sitio ideal.

Satrústegi, que aterrizó en el yoga desde la danza (a los 26 años montó su propia compañía, pero una “comunicación interna” le indicó que se dejase de historias y se dedicara al yoga en cuerpo y alma) es enjuto y bajito, con un punto mesiánico aligerado por un gran sentido del humor. Tiene 58 años pero, viéndole moverse, nadie lo diría. Debe ser cierto eso de que la edad se mide por la vitalidad de la médula espinal.

¿De dónde procede esta combinación, danza y yoga? Muchas escuelas de yoga no lo aprobarían…
Hay clases rígidas, serias y dramáticas, pero la vida y el universo son ricos en creatividad, no tiene sentido limitarnos. El yoga y la meditación deberían ser una fiesta, una alegría, un éxtasis. La meditación crónica, fanática y rígida no sirve para nada. Uno debe salir de la meditación con una alegría profunda, queriendo amar a todo. Somos los creadores de amor: tú eres la chispita, depende de ti, igual que la tristeza…

En Occidente la danza encaja muy bien. La gente se entusiasma con la danza. Si liberas las articulaciones, los ásanas (las posturas) salen bordados, el cuerpo está listo.

¿Listo para qué? ¿Qué es, para ti, el yoga?
El yoga es una manera de entrar en contacto con Dios. Si no conectamos con Dios no podemos ser felices. Tendremos la felicidad que da la salud, el dinero, la comida, lo que yo llamo “felicidad con nombre”. Pero lo que busco es la felicidad sin nombre. La felicidad porque sí. Te levantas de la cama y estás inundado de gozo. Estás entusiasmado. Lleno de Dios. La causa de tanta ansiedad es que no hay Dios. No hay vibración, no hay nada que te invada el alma. Tu vida no tiene sentido. Una vida sin metas es un barco sin timón.

¿Cómo hace una para saber cuál es la meta en su vida? No parece tan sencillo…
La aspiración es el primer paso. Yo quiero saber quién soy. Esto es algo que uno tiene que preguntarse. ¿Quién eres tú? ¿Qué haces aquí? Después hace falta tener autodominio de las emociones como la ira, por ejemplo. De otra forma, estás perdido con tu modo de vida. La alegría y el entusiasmo son la segunda condición de libertad. Esta es una decisión que tú tomas. Y esta decisión nace de dentro, no viene de fuera.

Yoga es lo más directo para sentir a Dios. Mucha gente llega a Witryh hecha polvo, pero se marcha feliz. Porque invocamos esa vibración. Y, cuando llamas, cuando pides, se te da. No harás lo que no seas capaz de imaginar.

Pero entonces, ¿qué es Dios?
Todo lo que existe es Dios. Está en la esencia de todas las cosas. Puedes usar la fórmula del típico Dios con barbas blancas si quieres, e invocarlo… Cada cual, dependiendo de su nivel, de dónde esté, puede hacer un Dios a su medida. Pero invócale. Pídele su fuerza, su amor, luz y energía.

Y ese autodominio, ¿cómo lo consigues?
Haciendo tu Sadhana (práctica). Esta es la clave para que la vida de un ser humano brille. Me retiro un tiempo cada día, hago una especie de burbuja y contacto con la esencia de mi corazón. Retirarse es prioritario. Cultívate, y entonces dispondrás de energía para dar a los otros.

¿Qué tiene que decir este Dios del que hablas acerca de la desigualdad, las injusticias rampantes? ¿Qué decirle, por ejemplo, a una madre que acaba de perder a su hijo?
Cuando ocurre algo inesperado, acéptalo. Ese niño, por ejemplo, ha cumplido una misión: hay más vida en el otro lado que aquí.

Pero esto no es más que una creencia...
No puedes saberlo: es un acto de fe. Una fuerza que nace del corazón. Es un don. Las creencias se han deshecho, pero la fe no. La fe va creciendo, es una fuerza que nace de la entrega, del amor, del servicio.


Soma (Xabier Strústegi) y Meila, de Yoga Witryh, en la postura del trineo.