Bailar contigo

Sentía tus tiernos brazos rodeando mi cuerpo, sacándome una tímida sonrisa de oreja a oreja, mientras tenía mi cabeza apoyada sobre tu hombro y tú la tuya sobre la mía; y con las yemas de los dedos ibas contando cuidadosamente todos mis lunares. Poco a poco, tus manos bailaban sobre mi espalda mientras yo me dejaba llevar por el ritmo que marcabas con los pies y la música sonaba en mi cabeza.
A cada latido que podía sentir en tu pecho con la palma de mi mano, más feliz era. Podía notar cada uno de tus latidos a mayor velocidad, intensos, y en cada momento que nuestras miradas chocaban entre ellas, volvía a sentir los nervios en mi estómago pero, con la misma seguridad en mí misma que me faltaba.
Quería inmortalizar aquel minuto, segundo, lo que hiciera falta con tal de tenerte toda mi vida a mi lado. No sabía explicar muy bien cómo de bien me hacías sentir, ya no sólo al abrazarte y estar conmigo, sino cuando incluso te veía de reojo y a lo lejos. Mientras te pienso, y aunque a ti te haga gracia y te rías de mí cuando te digo lo incierto que puedes ser para mí, en parte, te enorgulleces de saberlo. Eres en la nada en la que estoy pensando y nadie sabe nada sobre ella, cuando todos me preguntan en qué pienso. Eres increíble.
La música seguía sonando, e inconscientemente, en cuanto me di cuenta tus labios rozaban los míos. No sabía muy bien si eras tú quien giró para besarme, o habían sido mis ganas quienes revelaron lo que podía sentir por ti sin ser consciente de lo que me estaba pasando. Ni siquiera me di cuenta de que me estaba enamorando, aunque sin saberlo aún lo seguía estando. Pues, tan sólo necesité abrir los ojos para darme cuenta de que todo era un sueño.
Toda ficción parte de la realidad, por mínima que sea.