Los lobbies se reúnen ajenos a las revueltas del mundo islámico, que sólo les interesan en la medida que puedan afectar a sus intereses en la zona o puedan suponer nuevas oportunidades de negocio una vez culminadas. Son, a sus ojos, una OPA hostil, poco más, que bien estará si bien acaba.
Mientras el mundo cambia, los primeras espadas de la economía española celebraron ayer su primera reunión como lobby, como grupo de presión, como si con la actual no hubiera más que de sobras, como si no fuera insoportable: basta ver las cifras de paro, lo lejos que queda el crecimiento económico de generar empleo (hace falta un 2% de aumento para empezar a reducir el paro), los niveles de deuda, la presión (otra más) de los mercados, ahora latente, el descrédito político y también el empresarial.
Aumentar la competitividad. Loable intención, aunque en la lengua vernácula y vehicular de la gran empresa esto se traduce en reducir empleos y salarios, reestructurar empresas y, básicamente, en dedicar los esfuerzos al sector exterior y dar la extrema unción al mercado interno. Pero ya somos modernos, ya tenemos nuestro propio lobby, eso sí, en el plano de las ideas todavía. Mientras el resto del mundo sale a la calle, aquí sólo la gran empresa se mueve. Anguita pone el dedo en la llaga, pero es sólo una voz en el desierto ideológico en que nos movemos.

Los amigos se eligen. Aquí, la foto de familia del Consejo Empresarial para la Competitividad. (Foto: Pablo Monge)
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