La lluvia en París posee el don de lavar los viejos adoquines y lustrar nuevos desafíos, de decirnos impasibles que si bien nada nos importa bañados en las miradas que se tropiezan con la nuestra en el metro, alguien llora como nosotros en viejos andenes y por los trenes perdidos, o en comedores sociales en los que un beso entre goles sabe a verdad y no a indiferencia, porque ahí nos dejamos la piel sin necesidad de no ser quienes no fuimos ni hemos sido y nos ven en carne viva, seres todos cubiertos de piel bajo huesos entumecidos a fin de cuentas... Es como una solidaridad silente que navega sin necesidad de palabras y que nos libera la indiferencia y el desgano siempre presentes, vestidos de negro y gris.
He aprendido pocas cosas a lo largo de los años, pero si de algo estoy convencida es que el dolor es intransferible aun frente a las mismas circunstancias, como el amor, el odio, el rencor, el perdón y toda la retahila de nuestros pecados capitales. Me aferro al café. A la canción que cada mañana frente al espejo le canto,- un flamenquito o un bolerazo- , y las magdalenas sonríen, y al ascensor que no me hará bajar más rápido a plantarle cara a cada sonrisa que me regalen hoy esperando no devolverles sólo una mueca. Y levanto la copa por los viernes con vodka rojo, por tu cuerpo que ahora siento dormir en la habitación de al lado tras años de espera y ausencia y que abrazo desplegándole y dibujándole unas alas con futuro, para que vuele alto, muy alto, y no cese de volar.Y por esas bocas que me niego a besar para no escupirles los besos.Y por esos cuerpos que me niego a follar porque la vida ya nos ha follado bastante, y a mí como a una puta.Y por todas las baladas de otoño, por llegar.Y porque las estaciones van pasando, y mi yo, a través de ellas, sin quererlo va sintiendo y acusando el peso de los años aunque ninguna se parezca.
Ballata d'Autunno - Mina Os dejo hoy una canción que para mí es lo que suelo sentir cada otoño, y ni sabría decirlo con otras palabras, si no fuesen en italiano, donde por primera vez sentí en esa lengua lo que era la Malinconia... hay miles de versiones, pero es que Mina, es ese canto triste de Malinconia (Saudade que dirían los portugueses) ... que viaja por su voz cada otoño que pasa y anida en mí. Y mira que me gusta el otoño, con lo que sé que arrastra, porque anida en mí y bajo su abrigo de hojas muertas nací un octubre ya lejano. Aunque aún falte para mi cumpleaños.