Bandera blanca

Necesito levantar la bandera blanca, o el pañuelo lleno de mocos y arrugado que está en el bolsillo de la campera, da lo mismo. Que sea blanco, que sea tregua, que sea un stop, un pido gancho, un basta para mí, un no quiero más de esto. Necesito que la furia de la naturaleza abra un agujero en la tierra en este preciso instante y flotar sobre éste con vos, mientras nos abrazamos y empezamos a forjar la paz. Sí, como Luisa y Clark. Sí, te estoy pidiendo que volés conmigo.

Necesito firmar la paz con vos y que dure, dejar de odiarte, dejar de necesitarte con esta desesperación que me carcome y autodestruye, dejar de golpearte con mi corazón, dejar de luchar, de resistirte, de prohibirme estar con vos.

Quiero hundir mi nariz en tu cuello y con ésta seguir recorriendo el territorio vasto de tu piel, ese lugar patrio que no me pertenece pero donde hoy vivo como una okupa. Cada noche solitaria que mi alma cae en ruinas sobre la almohada, digo una plegaria;  miro al techo y yo que soy atea, yo que no creo ni en mí misma, rezo por vos.

Necesito que llegue la noche más larga del año, y que sea también la noche más larga de los siglos de los siglos, la noche maya fuera del tiempo, lo que sea que no termine nunca.

Una noche para estar con vos, una noche que nos cobije, que nos permita empezar por los pies, cuando normalmente empezaríamos por la urgencia del sexo húmedo.

Necesito hundirme en tus ojos, y que tus ojos sean como una laguna en esos días estivales en donde no hay viento, y los patos van flotando sobre el agua uno hacia el otro, como algo inevitable, como algo predestinado, como lo que sucede y ya y no se hace tanta cantaleta.

Necesito amor que hoy no vayamos, ni vengamos, ni estemos, ni esperemos; ni siquiera que nos pongamos de acuerdo, que no haya contratos, ni leyes, ni items, ni futuro, ni sí ni no.  

Necesito que seamos: vos y yo, atemporales, congelados en esta existencia que se niega a darnos otra oportunidad.

Patricia Lohin

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