David Pintor,
Kalandraka, 2015.
Contiene cuatro láminas con ilustraciones interiores
Barcelona es un cuidado y personal cuaderno de viaje en el que David Pintor recrea, de forma alternativa e imaginativa, algunos de los lugares que un visitante puede conocer cuando va a Barcelona. Es más, aunque vivas en Barcelona, el libro te ofrece nuevas perspectivas, nuevos ángulos de visión y te permite reconocer tu ciudad y enamorarte de ella, porque, al fin, Barcelona es un diálogo visual amoroso entre los pinceles del ilustrador y la ciudad, expuesta, abocada, abierta siempre al mar.Lugares como el Palau de Sant Jordi, la Pedrera, la Casa Batlló, la Casa Almirall conviven, festivos y singulares, con cafeterías emblemáticas, con plazas, con iglesias y con pequeños rincones en donde, si no fuera por el ojo festivo de David Pintor, uno nunca repararía.Las gaviotas son el elemento omnipresente que planean en todas las ilustraciones. Son protagonistas de Barcelona, así lo ve el ilustrador y, junto a él mismo, aparecen en distintos momentos, con formas y estados de ánimo también distintos.David Pintor se toma tan en serio su trabajo, que ha aprendido a divertirse con él y quiere compartirlo con los posibles lectores y observadores del libro. Así, vestido con su jersey de rayas azulez y con sombrero, lo vemos sentado, haciendo equilibrios en algún edificio, asomado a un balcón, corriendo detrás de una idea, acostado, colgado de alguna cornisa y, siempre siempre, ensimismado. El pintor se mezcla con el paisaje, va con sus cuartillas, siente la música también, siente el mar y se deja seducir por el abigarramiento de Barcelona, por Gaudí y el Modernismo, pero también por las líneas clásicas o rompedoras. Es igual, todo forma parte del mismo juego que no es otro de Barcelona.La metáfora es un ingrediente esencial para el ilustrador como podemos ver en algunas imágenes. Acaso una de las más potentes sea la Iglesa de Santa Maria del Mar que el representa como un barco, en plena travesía.Barcelona va destinado a todas las edades, como no podía ser de otra manera. Aguijonea la curiosidad y estimula ela imaginación. Y, además, podemos ver la Ciudad Condal en silencio, en soledad, sin el trasiego del turimos porque la propuesta de David Pintor, desde árboles, ventanas y tejados, es tan rompedora que, con seguridad, no nos podremos resistir a mirar una y otra vez el cuaderno y a llevarlo, eso sí, con nosotros si nos acercamos a Barcelona. Nos ayudará a entender la ciudad con alma de niño. ¿Qué más queremos?