La fachada principal impacta a primera vista desde lo alto de la escalinata, mientras un pensativo Dante Alighieri domina la escena desde un costado de la iglesia. Florencia no olvidó a su afamado hijo muerto en el exilio en Ravena y, aunque sus restos descansan en esta ciudad, se erigió un monumento funerario en su nombre en el interior de Santa Croce bajo la dirección del escultor Stefano Ricci, en el año 1829.
Las naves laterales de la basílica albergan otros sepulcros tan notables por su diseño como por los restos mortales que allí se encuentran. Giorgio Vasari fue el encargado de llevar a cabo el monumento dedicado a Miguel Ángel, quien en principio había sido enterrado en Roma. Su sobrino Leonardo recurrió al duque Cosimo I de Medici; el noble se ocupó del traslado, organizó un funeral con honores en Florencia y encargó a Vasari el diseño del monumento donde yacen también los restos de la totalidad de la familia Biuonarrotti, extinguida en 1858.
El busto de Galileo Galilei preside la tumba del científico, rodeado por sendas alegorías: Astronomía y Geometría custodian sus restos. También Nicolás Macchiavelo encuentra su última residencia en Santa Croce, presidido su monumento por la alegoría de la Política. Doscientas setenta y cinco lápidas se encuentran en el pavimento y las paredes; por razones de prevención, luego de la inundación padecida por la ciudad en 1966 gran cantidad de tumbas que se encontraban en el interior de la iglesia fueron trasladadas a la galería inferior del claustro.
Habría que pasar varias semanas en el interior del templo para comenzar a asimilar la riqueza artística que alberga, porque tanto la planta principal como las capillas laterales conforman un conjunto indescriptible en el que se encuentran representados todos los ciclos pictóricos: Giotto, Taddeo Gaddi, Nicolò Gerini, Spinelo Aretino son algunos de los maestros que dejaron su huella en Santa Croce.
Párrafo aparte merecen las capillas adquiridas por históricas familias florentinas como panteones familiares; como ejemplo, la Capella Medici dedicada a los santos Cosme y Damián, protectores de la familia, donde el retablo de cerámica de Andrea della Robbia, en el que se destacan la Virgen con el Niño rodeada de ángeles y santos, rivaliza en belleza con el altar cerámico que su hijo Giovanni tallara en la Capella Pulci-Berardi.
Museo dell`Opera
El claustro más antiguo oficiaba de cementerio y fue afectado por la inundación del año 1966, que causó pérdidas irreparables en los edificios más cercanos al río; en la galería inferior se pueden observar las tumbas ornadas que se encontraban originalmente en la iglesia. En el antiguo refectorio, un mural de Tadeo Gaddi que data de 1333 representa la Crucifixión como Árbol de la Vida, en la que se destacan diversos aspectos de la existencia de Jesús. Un mural del mismo autor evoca el momento de la eucaristía en La Última Cena, en el que los apóstoles se encuentran rodeando a Jesús mientras Judas permanece de espaldas, en una clara alusión a la traición más trascendente de la historia.
Cerámicas, yesos, frescos recuperados: una exposición enriquecedora conforma el acervo del museo, en el que resulta obligada la visita a la Cappella Pazzi, concebida como sala capitular y luego capilla fúnebre de los poderosos aliados de los Médici, cuya autoría pertenece a Filippo Brunelleschi y es considerada una de las obras maestras más importantes del Renacimiento italiano.
A partir del siglo XVI su magnífica estructura alberga un museo al aire libre que permite contemplar sin más verdaderas obras maestras del arte de la escultura: Perseo de Benvenuto Cellini y El Rapto de la Sabinas de Giambologna son sólo algunos ejemplos de la riqueza artística de este emplazamiento custodiado en cada una de las cuatro columnas de la fachada por las virtudes cardinales: templanza, fortaleza, justicia y prudencia se erigen sobre la plaza mas emblemática de Florencia.
Desde el café fundado en el año 1872 por Enrico Rivoire se puede degustar alguna dulzura dejando el tiempo pasar, mientras los ojos se solazan con la elegancia del arte florentino. Menelao sosteniendo el cuerpo de Patroclo, de autor desconocido, arribó a Florencia en el año 1579 con motivo del obsequio del papa Pío V a Cosimo di Medici y desde 1841 integra el acervo cultural de la Loggia della Signoria: la expresiva belleza de la escultura retorna desde el recuerdo a aquellos momentos en que la contemplaba una y otra vez, antes de partir con un nudo en la garganta de mi añorada Florencia.