Te despiertas una mañana de domingo con fiebre, el sol se cuela por las rendijas de una ventana, piensas que aunque seas hermosa el tiempo pasa demasiado rápido, esta sensación de placido amodorramiento producido por la fiebre, el sol y el domingo, te invade.
No quieres hacer nada, nada salvo dejar que pasen las horas. Las sabanas se empapan poco a poco por el sudor de tu cuerpo febril, el placer viene por el frescor de unas sabanas nuevas, limpias. Estas bastante vaga, escuchas a ratos la música, a ratos intentas leer pero se te cansan los ojos, cuando se acerca la tarde te encuentras algo mejor, no mucho mejor, pero si lo suficiente para extrañar el día que se te acaba de escapar.