Revista Diario

Beatrices

Publicado el 16 septiembre 2010 por Saludyotrascosasdecomer
Un cruce de carreteras en lo alto. Detienes el coche y observas durante unos segundos dos señales de tráfico de sentido contrario. Degaña 23. Cecos 23. Tras ellas puedes ver la mina de antracita, a cielo abierto. Una montaña perfilada por camiones amarillos de gran tonelaje que incesantemente suben y después bajan. Será una buena guardia. Lo sé porque tienes pinta de tipo tranquilo, te dijo la compañera al conocerte. Habló de un aura. Además, hace días que nadie se acerca por aquí. Todos andan en la hierba. Espero que no te aburras. Ahí detrás está la camilla de exploración. No es la mejor de las camas, pero es buena para la espalda.
Encendiste el ordenador, entraste en el procesador de textos y escribiste siete palabras. Las imprimiste en un folio en blanco. Del fondo del bolso rescataste el libro, metiste el busca en el bolsillo trasero del pantalón, cogiste las llaves y cerraste por fuera la puerta del consultorio. Pegaste con esparadrapo el folio en el cristal y te alejaste un par de metros para observar el resultado. El médico está leyendo en el parque, leíste en voz baja. Te diste la vuelta y caminaste cien metros en línea recta hasta llegar a la orilla del río. Elegiste un banco bajo la sombra de un abedul. Abriste el libro por la página sesenta y siete.
Esta mañana en la consulta Capote te dijo médico, ayer por la tarde le vi paseando por el pueblo con una chica nueva. Déjeme que le diga algo, un consejo quizás: los problemas empiezan cuando se cambia a menudo de beatrices.

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